El economista ‘retirado’ que está costando millones a Amazon, Apple y Google

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El economista ‘retirado’ que está costando millones a Amazon, Apple y Google

Manuel Ángel Méndez

Hace unos años, cuando Tommaso Valletti combatía en primera línea de fuego, tenía que recurrir a una curiosa técnica para mantener la cordura: tocar la flauta travesera. Era su forma de aplacar la tensión. No era para menos. En sus manos tuvo la decisión de imponer la mayor multa antimonopolio en la historia de la Comisión Europea, 4.300 millones de euros a Google por abusar de su poder con Android. En total, en la etapa en la que fue economista jefe de Competencia en Bruselas, entre 2016 y 2019, impuso sanciones de más de 8.000 millones a Google, investigó a Apple, Amazon, Ikea, Microsoft, Bayer, Monsanto, Fiat… Valletti, de 51 años, nacido en Turín, se convirtió en aquella época en la mayor pesadilla de las grandes corporaciones. Ahora, multar a Google o investigar a Amazon, Facebook y Apple ya no es tabú, sino una urgencia. Y la culpa la tiene este italiano al que llaman “profesor pintalabios”.

El apodo le cayó en el verano de 2019, poco antes de dejar la Comisión Europea para irse de profesor al Imperial College de Londres, donde trabaja en la actualidad. Le invitaron de ponente a un debate sobre competencia y, al comenzar, reparó en que todos los panelistas eran hombres. Tomó la palabra y preguntó a una sorprendida audiencia si alguien le podía prestar un pintalabios. Una mujer le hizo llegar el suyo. Valletti se pintó la boca de rojo y comenzó a dar su charla como si nada. El gesto de protesta por la ausencia de mujeres en el panel le valió el apodo de “profesor pintalabios” y define muy bien su obsesión: luchar contra lo establecido. Sea el machismo o el poder de las ‘big tech’. “La democracia está en peligro por los monopolios tecnológicos”, dispara.

PREGUNTA. ¿Son Google, Amazon, Facebook y Apple monopolios fuera de control?

RESPUESTA. El mayor problema de estos cuatro está en Google y Facebook por el modelo de negocio que tienen, que está basado en hacer lo que sea para que estés ‘online’ en sus plataformas el mayor tiempo posible. Eso incluye mostrarte desinformación, cosas graciosas… No somos conscientes de los efectos de ese modelo. Por usar un término económico, es una externalidad negativa, como la contaminación. Cuando contaminas mucho, tienes que pagar un impuesto. Google y Facebook contaminan mucho y no toman responsabilidad por lo que hacen. No tengo nada contra la publicidad, es un modelo de negocio como otro cualquiera, pero la hiperpersonalización que Google y Facebook hacen de los anuncios se ha convertido en algo tóxico. Por eso he cambiado mi visión de internet. Hace 20 años, internet era ese lugar donde podías encontrar información, gente, era un lugar abierto y descentralizado. Ahora se ha convertido en un espacio controlado por un puñado de compañías.

P. ¿Diría entonces que Google y Facebook son los que más están perjudicando a los usuarios?

R. Creo que sí, pero Amazon es también muy problemático. De hecho, el mayor obstáculo con estas empresas no es la competencia, sino que no pagan impuestos, y eso es injusto. Ellos dicen que sí pagan, pero la realidad es que hemos implatando un sistema fiscal absurdo. Una empresa española cualquiera no se puede permitir explotar todos los trucos que usan las grandes firmas para pagar menos. Simplemente extraen todo de la sociedad sin devolver nada a cambio. Con Amazon, hay otros problemas adicionales: crean enormes externalidades medioambientales por su sistema de distribución, no son transparentes en cómo tratan a sus empleados… Son grandes problemas para la sociedad que hay que analizar. Si al final estás ofreciendo un precio barato porque explotas a la gente, si por eso eres más competitivo, no es un modelo sano.

Tommaso Valletti, junto a la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, el día de su nombramiento como economista jefe de Competencia, en mayo de 2016.

P. ¿Cómo hemos llegado hasta esta brutal dependencia de las grandes tecnológicas?

R. Es un asunto complejo. Durante los primeros 10-15 años, estas compañías trajeron una innovación brutal. Ocurrió a finales de los dos mil, justo cuando tuvo lugar el famoso caso antimonopolio a Microsoft en EEUU. En ese momento, el gran monopolio era Microsoft. En EEUU y Europa logramos detenerlo, y creo que no es coincidencia que, justo después, la nueva generación de innovadores y emprendedores viniera de Silicon Valley. Pero luego les hemos permitido convertirse en superdominadores sin frenar ninguna de las adquisiciones que han hecho. Y ahora vemos las consecuencias.

Es muy difícil para la gente entender la situación, porque no hemos visto alternativas. Si en lugar de un monopolio de Google y Facebook durante los últimos 10 años hubiéramos tenido mejores alternativas, más orientadas hacia la privacidad, pensaríamos diferente. Pero como no podemos comparar con nada que no sea el ecosistema de Google o Facebook, no lo vemos. Por eso la gente percibe que no se la está perjudicando, pero esa quizá no es la mejor forma de verlo. Hay que preguntarse si se podría haber hecho diferente.

P. Bajo su supervisión, la Comisión Europea impuso a Google 8.100 millones de euros en multas. Hoy, Android sigue teniendo más del 70% de cuota, Google sigue empujando sus propios productos en el buscador, la mitad de la página es publicidad… ¿No han servido para nada los años de investigación y las multas?

R. Google dice que son tan grandes porque son los mejores. Pero si son los mejores, ¿por qué tienen que pagar millones de dólares al año a Apple para ir preinstalados en el iPhone? Si eres el mejor, ¿por qué tienes que pagar para aparecer por defecto en iOS? Si eres el mejor, ¿por qué impones a todos los fabricantes de móviles que usan Android tener que llevar preinstaladas tus propias ‘apps’?

Otra cosa son los remedios. Las multas no son suficientes. 8.000 millones suena a mucho, pero fue en un periodo de unos cinco años. Para una compañía que ingresa 200.000 millones al año, es casi un incentivo para volver a cometer el delito. Es como las multas de conducir. Yo soy italiano. Cuando vivía allí, conducía como un loco. Cuando me vine a vivir a Londres, me empezaron a poner multas enormes por ir rápido y empecé a controlarme. Pero no porque cambiara mi naturaleza, sino porque las multas eran muy abultadas. Esto es igual, hay que empezar a poner multas mayores. Más allá de esto, los remedios de la Comisión no funcionan. La estrategia de ‘cease and desist’, que consiste básicamente en decirte que dejes de hacer una cosa y que tú propongas soluciones, puede ser útil en mercados normales. Pero cuando lidias con algunas de las compañías más ricas del mundo, tienen un ejército de abogados a los que pagan para retrasar cualquier progreso, para proponer una pequeña solución que pueda parecer aceptable y que todo siga igual. Por eso, la nueva iniciativa de la Comisión con la regulación de la Digital Markets Act (DMA) puede ser una buena salida.

P. Google compró a finales de 2019 Fitbit, el fabricante de dispositivos de deporte y salud. Usted avisó que esta operación era un peligro para los usuarios. ¿Por qué?

R. Es algo que me preocupa mucho. Google tienen desde hace años una estrategia clara de meterse en el sector sanitario. Compraron una compañía llamada DeepMind y la integraron con Google Health. Obtuvieron todo tipo de datos sanitarios de 2,2 millones de personas en Reino Unido sin su permiso, de bases de datos del NHS, saltándose las leyes de privacidad. Google está haciendo algo parecido en EEUU con una aseguradora llamada Ascension. Son acuerdos muy poco transparentes. Por supuesto, los abogados de Google te dirán que todo está en orden, pero pregúntale a algún paciente asegurado por este socio de Google en EEUU a ver si sabe qué está ocurriendo con sus datos. Nadie lo sabe. Tienen una estrategia a largo plazo con la salud porque es un mercado enorme.

Mi argumento sobre la compra de Fitbit es que Google es una compañía con tanto poder que ya no tiene sentido permitirle comprar una empresa relacionada con salud. Tiene tales recursos que lo puede hacer por su cuenta. No se trata de impedirles entrar en ese mercado, lo pueden hacer, pero no comprando empresas, eso pone en desventaja al resto. Que Google tenga acceso a tus datos de salud es un riesgo. Un ejemplo: uno de los mejores indicadores de tu situación financiera es si estás atravesando un divorcio. Los divorcios son muy costosos, y eso te hace una persona mucho menos estable si vas a un banco a pedir una hipoteca. Un banco no sabe si te estás divorciando, pero Google sí. Sabe si has visitado webs de citas, sobre qué temas has enviado ‘e-mails’, etc. Google tendría una increíble ventaja sobre otras empresas de servicios financieros. Lo mismo ocurre con la salud.

P. Esos usos de nuestros datos de salud, ¿no estarían protegidos en Europa por el RGPD?

R. El RGPD, lo he podido comprobar por mí mismo, es solo un gran término. Ningún dato es completamente anónimo. Aquí he tenido una enorme discrepancia con la Comisión Europea. Ellos dicen: “La privacidad siempre estará protegida por defecto por el RGPD“. Decir esto es no querer entender lo que ocurre: estas empresas solo necesitan una extracción de metadatos. No necesitan saber que te llamas Manuel Ángel, les da igual. Necesitan saber que tienes 30 años, eres periodista, vives en Madrid, te levantas a las 7:00… hacen un perfil. No necesitan asociar un nombre a estos perfiles. Siguen preservando el anonimato, pero tienen toda la información clave. Y eso no está cubierto por el GDPR.

En el caso de Fitbit, la Comisión dijo: “Solo hay ocho millones de personas usando dispositivos Fitbit en Europa”. No es así. Si coges los datos de esos ocho millones de personas en salud y deporte y los cruzas con su actividad en Chrome, Gmail, Maps… puedes entrenar tu algoritmo y extrapolar a todos los perfiles de usuarios en el mundo. No solo afecta a ocho millones de personas, afecta a todo el mundo.

Sundar Pichai, CEO de Google. (Reuters)

P. Si es tan peligroso, ¿por qué la Comisión Europea acaba de dar luz verde a la compra?

R. A mí no me gusta particularmente el actual economista jefe, Pierre Régibeau, pero es mi opinión personal y yo ya no estoy en Bruselas. Creo que los economistas deben ser economistas y los abogados, abogados. El principal argumento de Régibeau para dar luz verde a la compra es que había una ley por la que, de haberse parado la compra de Fitbit, esto habría podido ser interpretado como abuso de poder. Creo que es muy peligroso cuando un economista actúa de abogado. Como economista, habría dado un análisis diferente. Durante mi mandato, recomendé tumbar varias adquisiciones, como la del London Stock Exchange-Deutsche Boerse, Alstom-Siemens y otras. Pierre lleva ahora casi la mitad de su mandato y no ha recomendado rechazar ninguna. Quizá sea la pandemia, pero me parece significativo que, a pesar de que la Comisión dice que son estrictos, en el frente de las adquisiciones están haciendo muy poco.

P. Mencionaba antes a Amazon. Los datos de la compañía son apabullantes: tiene más ingresos que Google, Facebook y Twitter juntos, domina casi el 50% del comercio electrónico en EEUU y tiene más de un millón de empleados. Sin embargo, Bruselas lleva ya casi dos años intentando sin éxito buscar evidencias irrefutables de su monopolio.

R. Es una de las pruebas del tiempo que tardan estas investigaciones. Yo empecé el caso de Amazon a comienzos de 2018. Amazon dice que no hacen nada malo, solo ofrecen productos baratos. Pero aquí estoy de acuerdo con otros colegas como Lina Khan, que argumentan que Amazon realmente solo piensa en crecer, crecer y crecer ofreciendo siempre productos muy, muy baratos hasta que ya tienen el mercado y empiezan a subirlos. Creo que estamos justo en ese punto en el que los precios han empezado a subir. Quizá no los de los productos en sí, pero sí los de los servicios, como Amazon Prime. En EEUU, han doblado su precio, ya tienen todo el mercado. Pero en esos países donde aún no son dominantes, Prime sigue siendo muy barato.

P. La Comisión Europea está más cerca de acusar a Apple por prácticas anticompetitivas. ¿Hay caso?

R. Sí, Apple es una bestia diferente. La mayoría del dinero que generan viene de vender dispositivos. Pero la gente luego los usa para descargar y acceder a todo tipo de servicios digitales. Es lo que llamanos un ‘after market’, como el de las impresoras y los tóners. Es un análisis más tradicional comparado con el de Google y Facebook. El caso es que la cantidad de dinero que obtienen de los desarrolladores, ese ‘Apple tax’ del 30%, es mucho dinero. Hay por tanto dos direcciones: por un lado pueden estar pidiendo demasiado dinero y, por otro, pueden estar favoreciendo sus propios servicios, como Apple Music. Apple no se cobra a sí mismo ese 30%, pero se lo cobra a Spotify. Es un caso de discriminación.

P. ¿Hay alguna solución para frenar los mononopolios de las ‘big tech’?

R. Hasta ahora, parece que solo había dos alternativas: o el sistema capitalista y monopolista de Silicon Valley o el modelo chino de vigilancia. Pero hay más opciones. En mi opinión, realmente deberíamos evitar que estos gigantes compren o se unan a otras empresas. No logro entender por qué a Apple, Amazon, Google o Facebook aún se les permite comprar otras empresas. Lo que les ofrecen ya lo pueden construir por sí mismas, tienen los recursos, y estas compañías pueden ser compradas por otras. Esto favorecería la competencia. Esta es la vía fácil, pero no creo que vaya a ocurrir. Luego está la regulación a través de la DMA, pero llevará al menos otros dos años. Y luego está la opción de romper estas empresas.

Lina Khan. (Foto: Universidad de Columbia)

P. ¿Es posible dividirlas?

R. Creo que habría que considerarlo, pero parece que Bruselas no quiere ni mencionarlo. Lo hemos hecho con British Telecom, con los ferrocarriles británicos… Si creemos que hay un problema estructural, si creemos que Google tiene siempre una ventaja y favorece sus propios productos y servicios, solo se puede intervenir a nivel estructural para remediarlo, y eso implica establecer barreras y romper estas empresas. Esa tendencia inherente a favorecerse a sí mismas desaparecería.

P. Joe Biden acaba de nominar a Lina Khan para la FTC. Ella es uno de los mayores azotes de Amazon y los monopolios de las ‘big tech’. ¿Va a cambiar algo?

R. Ha sido atacada por todos los flancos, pero es una persona íntegra, que reflexiona mucho. Lina ha reemplazado a Rohit Chopra, pero las cosas en el fondo tampoco han cambiado tanto, Chopra era también muy agresivo en la defensa de la competencia. La clave está en quién será el presidente de la mesa de la FTC, y esto no se sabe todavía. Si ese presidente fuera progresista en temas de competencia, Lina tendrá mucho impacto.

P. ¿Tiene EEUU incentivos para dividir a estos gigantes? ¿No se arriesgaría a perder competitividad frente a China en materias clave como inteligencia artificial?

R. Incluso en Silicon Valley el sentimiento es de oposición a estos grandes monopolios, cada vez hay menos capital riesgo yendo allí porque todo el dinero acaba estrangulado por las ‘big tech’. No creo que por introducir competencia EEUU vaya a perder puestos frente a China, todo lo contrario, creará más ideas para competir contra ellos. Y espero que Europa siga por ese camino.

P. Hay ‘think tanks’ y grupos activistas, como el alemán LobbyControl, que aseguran que lo que está en peligro con las ‘big tech’ es la democracia en sí misma. Estamos ante un pulso de quién regula a quién. Si las multinacionales privadas ganan a los gobiernos, aseguran, mal asunto. ¿Es tan serio?

R. Creo que sí, la sociedad y la democracia están en peligro por estos monopolios y modelos de negocio. La política es un sistema muy imperfecto en el que elegimos a nuestros representantes, les ponemos a trabajar y, si no nos gustan, podemos cambiar de voto. Pero ahora muchas decisiones globales que nos afectan las toman empresarios muy exitosos que no han sido elegidos de ninguna manera. Una parte muy importante de nuestras vidas pasa por la infraestructura que ellos controlan. Pensemos en el asalto al Capitolio, Birmania… Cosas muy pequeñas pueden cambiar la vida de muchas personas. Es un riesgo demasiado grande dejar nuestro destino en manos de personas que no han sido elegidas de ninguna forma.