Semblanza de Carlos Eduardo Zavaleta

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Semblanza de Carlos Eduardo Zavaleta

Nació en Caraz el 7 de marzo de 1928. Sus padres fueron David Zavaleta Bernuy y Rosalinda Rivera Gambini. Su infancia y adolescencia transcurrieron en diversos pueblos de la sierra del departamento de Áncash, donde vivió ocho años. De adolescente, viajó mucho a caballo y conoció la cruda realidad de los pueblos de nuestra serranía y la falta de servicios básicos. Debido a que su padre era jefe de correos y telégrafos pudo conocer diversas ciudades como Chimbote, Huancayo, Tarma, etc.

Siendo un niño, a los cuatro años, estuvo a punto de ahogarse en el mar de Chimbote, pero fue salvado providencialmente por su hermano mayor. Esa fascinación por el mar la conservaría toda la vida, ya que echó raíces en el distrito de Miraflores (Lima), donde vivió, junto con su esposa, varios años frente al océano Pacífico.

A los catorce años sus padres lo envían a Lima, urbe que, debido a los flujos migratorios internos, ya empezaba a crecer de una forma exponencial y desordenada. De este modo, cursa estudios secundarios en el celebérrimo colegio Guadalupe, alma máter de tantos escritores y personajes ilustres de nuestra patria.

Debido a que su admirado hermano mayor estudiaba Medicina en la Universidad de San Marcos, el futuro escritor decide también seguir los mismos pasos. Era un convencido de que podía contribuir al desarrollo de su pueblo.

Alumno precoz de Medicina en la Universidad Nacional de San Marcos, ya que ingresó a los 16 años, pronto se da cuenta de que su verdadera vocación no tenía nada que ver con la anatomía y las enfermedades. Ocurrió que el futuro escritor pasaba largas horas leyendo en la biblioteca de la Casona de San Marcos, pues no le encontraba sentido asistir a clases en San Fernando. Se sincera con su padre, pero este se opone en un inicio.

Un hecho fundamental para decidir su verdadera vocación fue haber ganado los Juegos Florales Universitarios en 1947, gracias a su novela El cínico. En ese momento aún se encontraba estudiando para ser médico y necesitaba una auténtica justificación para que su familia le permitiera estudiar Literatura. Y vaya que lo consiguió. No obstante, algo reticente, su padre le pidió a su hermano que lo vigilara. Una anécdota: esta novela debió publicarse en 1948, auspiciada por la Decana de América, pero se produjo el golpe militar de Manuel Odría y la universidad fue clausurada.

En Letras descubrió a autores fundamentales para su narrativa: Joyce, Faulkner, Hemingway y Dos Passos.

En 1954 apareció su primera colección de relatos, La batalla. Al año siguiente, se publicó su novela Los Íngar. Esta novela recibió críticas de algunos académicos. No obstante, fue alabada por Luis Jaime Cisneros.

A fines de la década de 1950, Zavaleta inició una carrera diplomática fructífera que lo llevó a conocer diversos países como Bolivia, México, España e Inglaterra.

Se doctoró en 1958 con una tesis sobre William Faulkner, publicada al año siguiente: William Faulkner, novelista trágico.

Fue parte del comité redactor de la revista Letras Peruanas, de la que llegaron a aparecer dieciséis números. En esta importante publicación colaboraron varios escritores de la generación literaria del 50.

En 1997, se publicó su formidable novela Pálido, pero sereno. El narrador la consideraba su “engreída”.

Cuando el novelista Mario Vargas Llosa, laureado con el Premio Nobel en el 2010, fue condecorado por su alma máter con la “Medalla de Honor Sanmarquina”, en el grado de Gran Cruz; le correspondió a Zavaleta impartir el discurso de orden en el que hizo un repaso por la vida y obra de Vargas Llosa. Muy comentado fue el discurso del novelista ancashino que culminó con estas reflexivas líneas: “un libro puede ser también un ariete de la libertad, de la civilización, de la esperanzada comprensión humana”. Este evento se llevó a cabo el 31 de marzo de 2011 en el Salón General del Centro Cultural de San Marcos.

Aunque el escritor y su esposa no tuvieron hijos, él se jactó de tener muchos sobrinos que siempre estaban pendientes. Asimismo, en los últimos años de su vida, sus alumnos de San Marcos lo visitaban para conversar y acompañarlo.

El poeta y también docente Washington Delgado afirmó lo siguiente sobre los grandes aportes de Zavaleta a la narrativa peruana del siglo XX: “Carlos Eduardo Zavaleta es un escritor poderoso, que ha tenido una gran influencia en la evolución posterior de los géneros narrativos en el Perú. Gran lector de Faulkner y de Joyce, Zavaleta introdujo las nuevas técnicas del relato en nuestro medio, principalmente el monólogo interior. Con este nuevo instrumental se dedicó a renovar la novela agraria y provinciana, introduciendo en ella aparte de los conflictos sociales, el análisis psicológico profundo de los personajes”.

Zavaleta era consciente de que su obra no fue tan difundida como él lo hubiese querido, sobre todo a nivel internacional. Sin embargo, los reconocimientos y las becas que recibió a lo largo de su vida lo llenaron de gratitud. Una vez declaró lo siguiente sobre la labor del escritor en nuestro país: “La tarea del escritor es absolutamente difícil en un país como el Perú. Uno persiste en ella porque cree en ella y porque la ama. Habrá recompensas para los que tienen contactos, pero no es de gran ayuda para el que quiere cambiar el ritmo de las cosas, dar novedades, el experimentador. Nací para experimentador y así me considero”.

Fue parte de una brillante generación de escritores (novelistas, poetas, ensayistas) que incluye a Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Eleodoro Vargas Vicuña, Sarina Helfgott, Carlos Germán Belli, Washington Delgado, Blanca Varela, Sebastián y Augusto Salazar Bondi, Pablo Guevara, Francisco Bendezú, Jorge Eduardo Eielson, etc.

Su esposa Tita, con quien llevaba 48 años de casado, falleció víctima del cáncer en el 2005. En su última novela, precisamente, aborda los avatares de la viudez y rememora a su pareja. Según sus propias palabras, la escribe para librarse también “del embrujo de la muerte, del vacío, de la pérdida”.

2008 fue un año muy importante para el escritor ancashino, pues en Caraz se realizó un congreso internacional en conmemoración de sus 80 años y su vasta trayectoria literaria. Este importante evento se llevó a cabo los días 13, 14, 15 y 16 de marzo. Este año también aparecieron dos novelas: Con boleto de vuelta y Huérfano de mujer, su última novela publicada en vida, la que tiene varios rasgos autobiográficos.

La muerte lo sorprendió a los 83 años, en plena actividad intelectual y académica, pues seguía impartiendo clases regulares en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional San Marcos. Estaba persistiendo, hasta el final, según sus propias palabras, en el camino de la experimentación y el inconformismo. Años antes había donado su biblioteca entera a su entrañable alma máter. Su fallecimiento causó honda consternación entre sus alumnos y colegas como Sonia Luz Carrillo, Rosa Carbonel, etc.

Está considerado uno de los narradores más entrañables y significativos de la literatura peruana del siglo XX.

 

Márlet Ríos