Mitos archivos - Botto Cayo https://bottocayo.com/category/mitos/ Sun, 03 Nov 2024 03:19:19 +0000 es hourly 1 128113893 La mitología griega registra la existencia de Pegaso https://bottocayo.com/2024/11/02/la-mitologia-griega-registra-la-existencia-de-pegaso/ Sun, 03 Nov 2024 03:19:19 +0000 https://bottocayo.com/?p=18282 José Carlos Botto Cayo La mitología griega registra la existencia de Pegaso como uno de los seres míticos más significativos de su […]

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José Carlos Botto Cayo

La mitología griega registra la existencia de Pegaso como uno de los seres míticos más significativos de su panteón legendario. Este caballo alado, producto del encuentro entre el dios Poseidón y la Gorgona Medusa, representa uno de los elementos fundamentales en la narrativa mitológica clásica, cuya influencia se ha extendido a través de los siglos en diversas manifestaciones culturales y artísticas.

La historia de este ser extraordinario cobra especial relevancia en el contexto de las grandes hazañas heroicas de la antigüedad, particularmente a través de su vínculo con Belerofonte, quien con ayuda divina logró domesticarlo. La transformación final de Pegaso en constelación por decreto de Zeus no solo ejemplifica la trascendencia de las deidades griegas en su cosmogonía, sino que también establece un precedente significativo en la conexión entre los relatos míticos y los fenómenos astronómicos observables.

El Nacimiento de un Ser Mítico: Origen y Naturaleza de Pegaso

Del encuentro entre Poseidón y Medusa nació una de las criaturas más importantes de la mitología griega. Cuando Perseo decapitó a la Gorgona, la sangre que brotó de su cuello al contacto con el mar dio vida a Pegaso, el caballo alado, que emergió junto a su hermano Crisaor en un suceso que cambiaría la historia mítica.

La naturaleza dual de Pegaso mostraba la grandeza de sus orígenes divinos. Con un pelaje blanco como la espuma del mar y alas que le permitían volar, este caballo tenía además el poder de crear manantiales donde sus cascos tocaban la tierra. Entre estas fuentes destaca Hipocrene, en el monte Helicón, considerada por los griegos como origen de la inspiración poética.

La importancia de Pegaso no se limitaba a su apariencia física, sino que residía en su espíritu libre. Su velocidad única y su capacidad de vuelo lo convertían en una criatura inalcanzable para los mortales comunes. Esta naturaleza salvaje atrajo la atención de dioses y héroes, definiendo así su destino en el Olimpo. Los antiguos relatos destacan cómo su presencia inspiraba tanto admiración como respeto, recordando a todos que en él se unían la fuerza terrenal y el poder divino.

Las antiguas escrituras y leyendas coinciden en que solo los seres de corazón noble podían acercarse a este caballo mítico, una característica que llevó a numerosos héroes a intentar domarlo, aunque la mayoría fracasó en su intento de conquistar a esta criatura que representaba la libertad en su estado más puro.

La Doma del Caballo Alado: Belerofonte y las Bridas Doradas

Belerofonte, un joven héroe griego conocido por su valor en batalla, fue quien logró domar al indomable Pegaso. Tras varios intentos fallidos de acercarse al caballo alado, recibió la ayuda decisiva de la diosa Atenea, quien le entregó unas bridas de oro mágicas mientras dormía. El regalo divino resultaría ser la clave para lograr lo que muchos consideraban imposible: conquistar al caballo nacido de la sangre de Medusa.

Con este objeto mágico en sus manos, Belerofonte encontró a Pegaso bebiendo en la fuente Pirene, cerca de Corinto. El héroe logró colocar las bridas doradas en el caballo, que sorprendentemente se mostró dócil ante este objeto mágico, permitiendo por primera vez que un mortal lo montara.

La pareja se volvió legendaria y juntos enfrentaron numerosos desafíos, siendo el más famoso la batalla contra la Quimera, un monstruo que aterrorizaba la región de Licia. Montado sobre Pegaso, Belerofonte pudo atacar desde el aire a la criatura que escupía fuego, logrando una victoria que parecía imposible. Los relatos antiguos narran cómo la estrategia de combate aéreo les permitió evitar las mortales llamaradas de la bestia, convirtiendo a héroe y caballo en la primera dupla en derrotar a este temible monstruo, hazaña que aumentó considerablemente su fama y el respeto que les tenían tanto mortales como inmortales.

Sin embargo, esta historia de éxito tendría un final amargo cuando el orgullo dominó a Belerofonte. Convencido de su grandeza, intentó volar hasta el monte Olimpo para unirse a los dioses. Zeus, ofendido por tal atrevimiento, envió un insecto que picó a Pegaso, provocando que el héroe cayera a la tierra mientras el caballo alado continuaba su ascenso hacia el reino de los dioses, donde finalmente encontraría su verdadero hogar.

Encuentros Míticos: Los Vínculos de Pegaso con Dioses y Héroes

La historia de Pegaso comienza con Perseo, el héroe que indirectamente dio origen al caballo alado al decapitar a Medusa. Aunque Perseo no llegó a montar a Pegaso (contrario a lo que algunas versiones populares sugieren), su acto heroico fue fundamental para el nacimiento de esta criatura mítica. Los antiguos textos griegos son claros al establecer que Perseo utilizó las sandalias aladas de Hermes para sus hazañas, no a Pegaso.

Zeus, el rey de los dioses, tuvo un papel decisivo en el destino final de Pegaso. Tras el incidente con Belerofonte, el dios supremo acogió al caballo alado en el Olimpo, convirtiéndolo en su portador personal de rayos y truenos. Esta nueva función elevó el estatus de Pegaso, transformándolo de una criatura mítica a un sirviente directo del más poderoso de los dioses, tarea que desempeñó hasta su transformación en constelación. La relación entre Zeus y Pegaso refleja cómo los antiguos griegos entendían la transición del caos al orden divino, representada en el paso de un ser salvaje a un servidor del orden olímpico.

La diosa Eos, personificación del alba, también compartió momentos significativos con Pegaso. Según algunas versiones del mito, ella utilizaba al caballo alado para transportar la aurora a través del cielo cada mañana, creando así una conexión entre el mítico corcel y los ciclos naturales del día y la noche. Esta tarea diaria convirtió a Pegaso en parte fundamental del orden cósmico griego, vinculándolo no solo con hazañas heroicas sino también con los procesos eternos de la naturaleza.

Las Musas, diosas de las artes y las ciencias, tienen una conexión especial con Pegaso a través de la fuente Hipocrene. Cuando el caballo golpeó con sus cascos el monte Helicón, creó este manantial sagrado que se convirtió en símbolo de inspiración poética. Esta asociación estableció a Pegaso como un puente entre el mundo divino de la inspiración y el reino mortal de la creación artística, papel que mantiene hasta hoy en numerosas referencias culturales y literarias. Los poetas antiguos consideraban la fuente Hipocrene como fuente de su inspiración, convirtiendo a Pegaso en patrono indirecto de las artes.

Atenea, la diosa de la sabiduría y la estrategia, jugó un papel crucial no solo al proporcionar las bridas doradas a Belerofonte, sino también al mantener una relación continua con Pegaso durante su estancia en el Olimpo. Los registros mitológicos sugieren que ella fue quien aconsejó a Zeus sobre el potencial del caballo alado como portador de sus rayos, demostrando una vez más su papel como mediadora entre los reinos mortal y divino.

El Legado Eterno: La Transformación de Pegaso en Símbolo Universal

La transformación final de Pegaso en constelación por decisión de Zeus marcó el inicio de su inmortalidad física. Las cuatro estrellas principales que forman este conjunto celestial -Markab, Scheat, Pegasi y Alpheratz- brillan en el cielo otoñal del hemisferio norte, recordando a la humanidad la existencia de este ser extraordinario que unió el mundo terrenal con el divino. Esta constelación, visible hasta nuestros días, ha servido durante siglos como guía para navegantes y viajeros, transformando al mítico caballo alado en una herramienta práctica para la orientación humana.

La influencia de Pegaso se extendió mucho más allá de la mitología griega, convirtiéndose en un símbolo universal de libertad, inspiración y poder. Durante el Renacimiento, artistas y escritores retomaron su figura como representación del impulso creativo y la elevación del espíritu humano hacia lo sublime. Su imagen aparece en innumerables obras de arte, desde antiguos mosaicos romanos hasta pinturas modernas, demostrando la permanencia de su atractivo simbólico a través de las épocas.

La historia de Pegaso ha trascendido culturas y generaciones para convertirse en un referente del imaginario colectivo mundial. Desde su aparición en escudos heráldicos medievales hasta su uso como logotipo de empresas modernas, el caballo alado representa la búsqueda constante de la humanidad por alcanzar sus ideales más elevados. Su figura ha inspirado nombres de naves espaciales, aviones y vehículos de alta velocidad, manteniendo viva la asociación entre Pegaso y la capacidad de superar los límites físicos.

En la actualidad, el mito de Pegaso continúa resonando en la cultura popular a través de películas, libros y videojuegos, adaptándose a nuevas formas de narrativa pero manteniendo su esencia original. La historia del caballo alado nos recuerda que algunos símbolos son tan poderosos que sobreviven al paso del tiempo, renovando su significado para cada generación sin perder su capacidad de maravillar y su poder para inspirar los sueños de libertad y grandeza que caracterizan al espíritu humano.

 

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El Muqui [Leyenda Peruana] https://bottocayo.com/2022/08/26/el-muqui-leyenda-peruana/ Sat, 27 Aug 2022 01:06:04 +0000 https://bottocayo.com/?p=16521 El muqui es un duende minero que vive en las minas de la sierra peruana. La palabra muqui viene de la palabra […]

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El muqui es un duende minero que vive en las minas de la sierra peruana. La palabra muqui viene de la palabra quechua murik ‘el que asfixia’. Otra traducción sugiere la palabra mukiq, como ‘el acto de torcer’ o ‘ahorcar’, en clara alusión al silicio que abunda en las minas, gas letal que produce la silicosis, que es una grave enfermedad respiratoria.

Los mineros que han logrado ver a estos duendes,  los describen como un ser de estatura pequeña, que nunca llega al metro de altura, es bonachón, asimétrico y camina como pato. Su cabeza está unida al tronco, pues no posee cuello. Sus cabellos son largos, de color rubio brillante y su rostro es colorado cubierto por una larga barba blanquecina y piel llena de vellos. Su voz es grave y ronca, no concordante con su estatura.

Dicen que su mirada es agresiva, penetrante y hasta hipnótica. Suele vestir como minero, usa botas de caucho, abrigado por un poncho de lana y usa casco de protección, lleva una lampara de carburo y una shicullo (soga de pelos de caballo) atado a la cintura. Suele ser el responsable de extraños ruidos en las minas, pérdidas de herramientas sin explicación lógica, el agotamiento o el cambio de sentido de una veta de mineral sin motivo aparente. Los mineros refieren que emiten potentes silbidos, para anunciar el peligro y salvar mineros de su simpatía. Se dice que es muy comunicativo, y hasta incluso se comunica en los sueños.

 

leyenda de el muqui peru
La leyenda cuenta la historia de don Demetrio, quien fue un minero viudo y vivía con su hijo de ocho años, llamado José. Un día, don Demetrio mandó a su hijo José a que fuera al río a recoger agua, pues tenían un actividad en su casa y requerían de este liquido para poder preparar la “patasca”. Ya habían pasado 4 horas desde que el padre le había dado el encargo, y el padre, preocupado, decidió ir a buscarlo. Al encontrarlo cerca del río, lo sorprendió jugando con una pequeña criatura, que reconoció de inmediato, era el Muqui. Sin pensar en las consecuencias, don Demetrio se lanzó sobre el duende, tomó su shicullo lo enredo en la pierna derecha y atrapó al muqui, quien no mostró resistencia alguna.

Este, a cambio de su libertad, prometió trabajar todos los días recolectando oro de una ciudad oculta debajo de la tierra para el anciano. Desde entonces, don Demetrio se convirtió en el minero más rico de toda su región.

 

Atrapar al Muqui es ambición de todo minero, pues este capturado al pedir su libertad se ve obligado a trabajar por el minero, en unos casos; en otros, lo hace depositario de una determinada cantidad de oro, con la que el minero se enriquece.


Fuente: https://www.unaleyendacorta.com/2014/04/el-muqui.html

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La leyenda del maíz https://bottocayo.com/2022/07/29/la-leyenda-del-maiz/ Sat, 30 Jul 2022 03:38:39 +0000 https://bottocayo.com/?p=16492 Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban. No tenían maíz, pues este […]

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Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban.

No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba escondido detrás de las montañas.

Los antiguos dioses intentaron separar las montañas con su colosal fuerza pero no lo lograron.

Los aztecas fueron a plantearle este problema a Quetzalcóatl.

-Yo se los traeré- les respondió el dios.

Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su fuerza, sino que empleó su astucia.

Se transformó en una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las montañas.

El camino estuvo lleno de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las dificultades.

Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas.

Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y cosecharon.

El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron ciudades, palacios, templos…Y desde entonces vivieron felices.

Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo de los hombres, el dios que les trajo el maíz.

Nota: El significado del nombre Quetzalcóatl es Serpiente Emplumada.


Fuente: https://mitosyleyendascr.com/

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Mitología griega: bajo el influjo del Olimpo https://bottocayo.com/2022/02/18/mitologia-griega-bajo-el-influjo-del-olimpo/ Fri, 18 Feb 2022 22:05:19 +0000 https://bottocayo.com/?p=16407 Los antiguos griegos bebieron de diversas tradiciones religiosas y crearon dioses a su imagen y semejanza. Pero, en este esfuerzo por explicar […]

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Los antiguos griegos bebieron de diversas tradiciones religiosas y crearon dioses a su imagen y semejanza. Pero, en este esfuerzo por explicar el mundo y a sí mismos, la razón terminó desplazando al mito y bajó a los dioses del Olimpo.

Para entender la procedencia de los dioses de la antigua Grecia no sirven ni la Ilíada, el famoso poema homérico, ni la Teogonía de Hesíodo. Son textos mitológicos y, como tales, explican el origen y la naturaleza de los dioses y su relación con los hombres, no las tradiciones en que se basaban. Gracias a fuentes literarias posteriores y a la arqueología sabemos que la mitología griega integró las dos raíces de su civilización, la prehelénica y la indoeuropea, así como influencias externas.

La aportación prehelénica correspondió en gran medida a la cultura minoica de Creta. Su religión se caracterizaba por el culto a la madre tierra, la diosa prehistórica adorada en sus versiones respectivas por todos los pueblos de Oriente Próximo. Encarnaba las fuerzas de la naturaleza, y su poder comprendía tanto la fertilidad como la vida de ultratumba, o sea, la vida y la muerte. La agricultura trajo consigo la aparición de una segunda deidad, relacionada con la diosa madre, que regulaba el ciclo de la vegetación.

Hacia 1600 a. C. los aqueos, de raza indoeuropea, invadieron la Grecia continental, las islas del Egeo y Asia Menor. Fueron los primeros griegos propiamente dichos, y su religión, la micénica, una síntesis de elementos indoeuropeos y minoicos. Superaron la rivalidad entre su culto al dios indoeuropeo del cielo, Zeus, y el de Hera, la diosa madre venerada en la Argólida (Peloponeso), convirtiendo a esta en hermana y esposa de Zeus. En las tablillas micénicas aparecen ya los nombres de otras deidades importantes, como Atenea, diosa de la sabiduría, y Dioniso, heredero del dios de la vegetación.

Los griegos de Micenas recibieron otras influencias. Sus contactos culturales con los hititas son palpables, por ejemplo, en el culto a Zeus de Labraunda (Asia Menor), cuyo origen era el dios de los vientos hitita. De Chipre tomaron prestada a Afrodita, diosa del amor, que a su vez era una adaptación de la diosa madre cananea, Astarté, cuyo rastro se remonta a Mylitta e Ishtar (asirias), Isis (egipcia) e Inanna (sumeria). De esta “globalización” religiosa en el mundo antiguo fueron conscientes siglos más tarde los propios griegos, que, de hecho, identificaban a los dioses foráneos con los suyos, como al egipcio Amón con Zeus.

Los poemas homéricos establecieron el canon de la familia de doce dioses que regían el destino del mundo desde su morada en el Olimpo.

El panteón toma forma

Tendrían que pasar ocho siglos hasta el surgimiento de los primeros textos que recogieron la tradición oral poética de los mitos griegos, la Ilíada y la Odisea. Se atribuye su autoría a Homero, aunque sigue sin saberse quién fue o si los poemas fueron escritos por la misma persona o por varias. A esclarecerlo no ha ayudado que durante el período helenístico circularan todo tipo de biografías sobre el poeta. En cualquier caso se le sitúa en el siglo VIII a. C., época en que la escritura griega adopta una forma alfabética estable, y se asume, por los rasgos lingüísticos y los escenarios de su obra, su origen jónico (Asia Menor).

Los poemas homéricos tuvieron un gran valor religioso, ya que suplieron la ausencia de textos sagrados y ordenaron el batiburrillo mitológico griego. Esta confusión se debía a las migraciones y las guerras y al hecho de que en la época micénica cada ciudad y su casa real correspondiente tenían su propia genealogía mítica de dioses y héroes. La Ilíada estableció el canon de la familia de doce dioses que regían el destino del mundo desde su morada en el Olimpo. Aunque este se suele identificar con la montaña homónima, la mitología no es clara al respecto, pues a veces aparece como una región del cielo.

Los dioses garantizaban el orden, vigilaban su cumplimento y castigaban su transgresión, en ocasiones con más crueldad que los héroes humanos.

Los doce olímpicos eran dioses que sentían y se comportaban como los hombres, pero se diferenciaban de ellos por su inmortalidad y por una fuerza y una inteligencia superiores. Con Zeus como soberano, y siguiendo una organización aristocrática que evoca la de las cortes de la época micénica, garantizaban el orden, vigilaban su cumplimiento y castigaban su transgresión, en ocasiones con más crueldad que los héroes humanos. El problema es que se elaboraron distintas listas de quiénes eran en realidad los olímpicos. En general incluían la primera generación, es decir, los seis hijos de Crono y Rea (Zeus, Hera, Deméter, Hestia, Hades y Poseidón), pero dependiendo del autor unas veces desaparecía Hestia y otras Hades, la primera por su escaso protagonismo y el segundo porque vivía en el inframundo. La lista solía completarse con la segunda generación de olímpicos: Ares, Atenea, Apolo, Artemisa, Hermes, Afrodita y Hefesto.

La Teogonía de Hesíodo, poema del mismo siglo pero posterior a los homéricos, dio forma definitiva a los mitos referentes a la genealogía de los dioses. La obra relata la creación del mundo y las consiguientes luchas divinas hasta que Zeus destronó a su padre Cronos e instauró el gobierno de la generación olímpica.

Del mito al logos

A pesar de todo, la mitología griega no tardaría en cuestionarse. El desarrollo de una intensa cultura intelectual, con el cultivo de la filosofía y las ciencias, transformó el mundo helénico. En el s. VI a. C., la distinción entre el logos, o pensamiento, y el mito alimentó el escepticismo, y la razón terminó sustituyendo a la mitología como instrumento para comprender el universo. Por otro lado, el escandaloso comportamiento de los dioses y su lejanía respecto al hombre hicieron que el individuo pusiera en duda unas normas morales que ni los mismos dioses seguían. Con el tiempo, la resignación a la frívola e impredecible acción de los dioses y el deseo de obtener su favor dieron paso a la crítica y, finalmente, a la búsqueda de una nueva religiosidad.


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La caja de Pandora https://bottocayo.com/2021/06/19/la-caja-de-pandora/ Sat, 19 Jun 2021 17:57:50 +0000 https://bottocayo.com/?p=16009 Hace mucho, muchísimo tiempo, cuando nuestro mundo se hallaba en la infancia, había un niño llamado Epimeteo, que nunca había tenido padre […]

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Hace mucho, muchísimo tiempo, cuando nuestro mundo se hallaba en la infancia, había un niño llamado Epimeteo, que nunca había tenido padre ni madre, y para que no estuviera solo, otra niña, procedente de un lejano país, y que se llamaba Pandora, fue llevada a vivir con él.

La primera cosa que vio Pandora al entrar en la casa en que vivía Epimeteo, fue una gran caja, y casi inmediatamente después de haber atravesado el umbral, preguntó qué había en ella.

—Mi querida Pandora —contestó Epimeteo —es un secreto. La caja fue dejada aquí, para que estuviese bien guardada; y yo mismo no sé lo que contiene.

—Pero ¿quién te la dio? —preguntó Pandora —¿De dónde procede?

—Una persona de aspecto risueño e inteligente la dejó ante la puerta antes de que llegaras tú; y según vi, apenas podía contener la risa al hacerlo.

—Ya lo conozco,—dijo Pandora pensativa—era Mercurio. Éste fue quien me trajo, y sin duda hizo lo mismo con la caja. Estoy segura de que es para mí, y probablemente, contiene hermosos trajes y juguetes o bien una golosina.

—Es posible—contestó Epimeteo alejándose—pero hasta que Mercurio regrese y nos autorice para ello, no tenemos el derecho de abrirla.

—¡Qué muchacho tan tímido! —murmuró Pandora, cuando el niño salía de la casita. —Me gustaría que fuese más animoso.

Y en cuanto Epimeteo se marchó, la niña se quedó mirando el objeto que había despertado su curiosidad.

Las esquinas de la caja aparecían talladas con mucho arte y primor. En los lados había figuras muy graciosas de hombres, mujeres y lindísimos niños. La cara más bonita de todas había sido esculpida en alto relieve, en el centro de la tapa. Ninguna otra particularidad se advertía, exceptuando la obscura y lisa riqueza de la madera pulimentada y el rostro del centro con unas guirnaldas de flores sobre sus cejas.

La caja permanecía bien cerrada y no por una cerradura u otro medio semejante, sino con una cuerda de oro cuyos dos extremos estaban atados de un modo tan complicado, que, probablemente, nadie habría logrado deshacer el nudo. Y, sin embargo, precisamente al ver tal dificultad, más deseos sentía Pandora de examinarlo, a fin de averiguar cómo había sido hecho.

—Creo—se dijo—que ya sabré des-hacerlo y luego atarlo otra vez, y como de ello no ha de resultar ningún daño…

Ante todo, trató de levantar la caja. Elevó un lado algunos centímetros y la dejó caer, produciendo algún ruido. Un momento después le pareció oir que dentro se removía algo. Aplicó el oido y escuchó. Sin duda alguna se percibían dentro algo así como murmullos apagados.

Y al retirar la cabeza, sus ojos se clavaron en el nudo de la áurea cuerda.

—No hay duda de que quien hizo este nudo es persona muy ingeniosa, se dijo —pero me parece que lo podré deshacer.

Entretanto los brillantes resplandores del sol atravesaron la abierta ventana. Pandora se detuvo para escuchar, pero al mismo tiempo e inadvertidamente, retorció algo el nudo, y con gran sorpresa vio que la cuerda de oro se había desatado por sí misma, como por magia.

—¡Que cosa tan extraña! —exclamó la niña. —¿Qué dirá Epimeteo? —¿Sabré hacer otra vez el nudo?

Hizo una o dos tentativas para conseguirlo, pero pronto vio que tal intento era muy superior a su destreza. Así, pues, nada podía hacer, sino dejar la caja desatada hasta el regreso de Epimeteo.

Entonces la niña pensó que su amigo creería que había mirado el interior de la caja, y no siéndole posible evitar que así se lo figurara, díjose que lo mejor era justificar tal sospecha satisfaciendo su curiosidad… No habría podido asegurar si era ilusión o no, pero le parecía que algunas voces murmuraban dentro de la caja:

—¡Déjanos salir, querida Pandora, déjanos salir! ¡Seremos para ti muy buenos compañeros de juego! ¡Oh, déjanos salir!

—¿Quién será? —pensó Pandora.— Sin duda hay alguien vivo dentro. Sí, seguramente. Voy a dar una mirada, sólo una y luego volveré a cerrar.

Pero ya es tiempo de que veamos lo que hacía Epimeteo.

Aquella era la primera vez, desde que llegara su compañera de juegos, que iiabía tratado de divertirse solo, pero como se aburría, decidió interrumpir sus juegos y volver a donde estaba Pandora. En el momento en que iba a entrar en la casita, la mala niña tenía la mano a punto de levantar la tapa de la caja, y Epimeteo la vio. Si él la hubiera avisado dando un grito, Pandora, probablemente, habría retirado la mano de la caja; y tal vez no fuera conocido aún el fatal misterio que guardaba.

Cuando Pandora levantó la tapa, el aire se obscureció porque una nube negra salió de ella y se extendió ante el sol, ocultándolo completamente. Luego, durante algunos instantes, se oyó un murmullo y una serie de gruñidos que pronto se transformaron en un fragor parecido al estampido del trueno… Pero Pandora, sin hacer caso de ello, acabó de levantar la tapa de la caja y miró a su interior.

Pareció como si una multitud de seres alados pasaran rozándole el rostro, huyendo del encierro, y en el mismo instante oyó la voz de Epimeteo que exclamaba en tono lastimero, como si experimentara algún dolor:

—¡Oh, me han picado! ¡Me han picado! ¡Perversa Pandora! ¿Por qué has abierto esa maldita caja?

La niña dejó caer la tapa e incor-porándose miró a su alrededor para ver qué le había ocurrido a Epimeteo. La nube que se había formado obscureció de tal modo la habitación que apenas podía divisarse lo que en ella había. Pero oyó un desagradable zumbido, como si por allí revolotearan enormes abejorros. En cuanto sus ojos se hubieron acostumbrado a la imperfecta luz que reinaba, vio un enjambre de feas y asquerosas figuras provistas de alas de murciélago y armadas de terribles aguijones en sus colas, una de las cuales fue la que picó a Epimeteo. Pocos ins-tantes después también Pandora empezó a quejarse, pues sentía no menos dolor y miedo del que experimentara su compañero de juegos, pero sus quejas fueron más ruidosas que las de Epimeteo. Un repugnante y ruin monstruo se posó en su frente, y la habría herido tal vez de gravedad, si Epimeteo no lo hubiera impedido.

Ahora, si desea saber el lector quienes eran aquellos feos seres evadidos de La caja en que estaban prisioneros, le diremos que formaban la familia completa de los males. Había malas Pasiones, muchas especies de Cuidados, más de ciento cicuenta Dolores y Tristezas, gran número de Enfermedades y, en fin, más formas de Maldad de lo que es dable imaginar. Entretanto no sólo Pandora, sino también Epimeteo, ha-bían sido gravemente picados y sufrían mucho, cosa que les parecía tanto más intolerable, cuanto que era el primer dolor que sentían desde que existía el mundo. Por esta razón estaban de muy mal humor y muy disgustados uno de otro.

Epimeteo se sentó en un rincón dando la espalda a Pandora y ésta, por su parte, se dejó caer al suelo, apoyando la cabeza sobre la fatal y abominable caja. Lloraba amargamente como si su corazón fuera a destrozarse.

De pronto se oyó un golpecito proce-dente del interior de la caja.

—¿Quién podrá ser? —se preguntó Pandora, levantando la cabeza. En cuanto a Epimeteo, o no había oído el golpe, o estaba demasiado preocupado para hacer caso de él. Sea como fuere, no contestó.

—¿Por qué no me hablas? —exclamó Pandora sollozando

Y entonces se oyó nuevamente el golpecito, procedente del interior de la caja. Era tan suave que parecía como si lo dieran los dedos de una hada.

—¿Quién eres? —preguntó Pandora sintiendo aún cierta curiosidad.

Una vocecita dulce contestó a sus palabras, diciendo:

—¡Levanta la tapa y lo verás!

—No, no—contestó Pandora echán-dose a llorar de nuevo. —Ya estoy escarmentada de haber abierto la caja. ¡Ya que estás encerrada, no saldrás!

Y miró a Epimeteo mientras hablaba, solicitando su aprobación a lo que acababa de decir. Pero el muchacho sólo murmuró que tal prueba de buen iuicio era tardía.

—¡Ah! dijo nuevamente la dulce vocecita —obrarás bien dejándome salir. No soy como esos monstruos que tienen aguijones en la cola. Ven, hermosa Pandora. Estoy segura de que me de-jarás salir.

Y había un encanto tal en el tono de aquella voz, que casi era imposible negarse a lo que pedía. Pandora, al oiría, sentía disiparse su tristeza y Epimeteo, que continuaba en su rincón, volvió la cabeza mostrando en su aspecto mejor humor que antes.

—Querido Epimeteo—exclamó Pandora, —¿has oido esa vocecita?

—Sí, contestó él, todavía malhumorado—y ¿qué?

—¿Te parece que abra otra vez la caja?

—Obra como quieras —replicó Epimeteo. —Después de lo hecho ya no importa que repitas tu imprudente acción.

—Podrías hablarme con alguna mayor bondad —murmuró la niña enjugándose los ojos.

—¡Si estás deseando verme!—gritó la vocecita, dirigiéndose a Epimeteo. —Ven, querida Pandora, abre porque tengo gran prisa por consolarte.

—¡Epimeteo! —exclamó Pandora —Suceda lo que quiera, estoy resuelta a abrir la caja.

—Y, como la tapa parece muy pesada, —dijo el niño atravesando la habitación —yo te ayudaré.

Y así los dos niños unieron sus fuerzas para abrir nuevamente la caja. Salió de ella un personaje sonriente, cuyo cuerpo parecía formado con rayos de sol.

Empezó a revolotear por la estancia, iluminando los lugares en que se posaba. Se llegó a Epimeteo, y tocó ligeramente con uno de sus dedos el lugar donde le había picado el Dolor y en el acto el niño dejó de sentir sufrimiento alguno. Luego besó a Pandora en la frente y el daño que le causara el Mal fue tambiér inmediatamente curado.

—¿Quién eres, hermosa criatura?— exclamó Pandora—

—Soy la Esperanza —contestó el brillante ser.

—Tus alas tienen el color del arco iris —añadió la niña. —¡Qué hermosas son!

—Sí, son como el arco iris —dijo la Esperanza —porque aun cuando mi naturaleza es alegre, estoy formada de lágrimas y de sonrisas.

—¿Querrás quedarte para siempre a nuestro lado? —preguntó Epimeteo.

—No me moveré mientras me necesitéis —contestó la Esperanza sonriendo. —No os abandonaré mientras viváis en el mundo. Sí, queridos niños, sé que más tarde os será otorgado un don inapreciable.

—¡Oh, dínos cual!

—No me lo preguntéis —repuso la Esperanza poniéndose un dedo en sus rosados labios. —Pero no desesperéis, aun cuando nunca gozaseis en esta vida de la felicidad que os he anunciado. Creed en mi promesa, porque es verdadera.

—¡Creemos en ti! —gritaron a coro Epimeteo y Pandora.

Y así lo hicieron, y no solamente ellos, sino que también todo el mundo ha confiado en la Esperanza, que desde entonces vive en el corazón de los hombres.

Tal es el poético ropaje con que la imaginación griega ha vestido la caída de los progenitores del linaje humano, que con diversas formas se nos presenta en las tradiciones y mitos de los pueblos antiguos.


Fuente: https://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/la-caja-de-pandora/

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El Dorado https://bottocayo.com/2021/05/11/el-dorado/ Wed, 12 May 2021 03:00:44 +0000 https://bottocayo.com/?p=15929 La leyenda del Dorado nació de simples decires -como nacen las leyendas- durante los primeros viajes que los españoles llevaron a cabo […]

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La leyenda del Dorado nació de simples decires -como nacen las leyendas- durante los primeros viajes que los españoles llevaron a cabo a lo largo de la costa situada al Sur de Panamá.

Las naves de Andagoya en 1522 y las de Pizarro en 1524, después de tocar en Puerto Piñas, en el grupo de las Islas de las Perlas, y sucesivamente en la bahía de San Miguel, deslizábanse, rumbo al Sur, al reclamo persistente del oro, manteniéndose a la vista de una poderosa cordillera aurífera: la de Chocó.

Los cosmógrafos de la colonia aplicaban desde aquellos días a aquella sección del continente americano el nombre de Castilla del Oro.

Oro es choque en la lengua aimara, y ccori en la quechua.
—310→

Nada más probable que Chocó derive del primero de tales nombres indianos.

Torcido el cabo Passao, ambos exploradores aportaron, cada cual en su debido tiempo, a la bahía y pueblo de Coaque, o Ccori-Hagqque, nombre que, vertido al castellano, expresa el Hombre de Oro, el Hombre Dorado, el Dorado; y allí cogieron, efectivamente, la primera cantidad apreciable del oro del que iban en busca, bajo la forma de idolillos, patenas y utensilios domésticos.

Inquiriendo acerca de la procedencia del codiciado metal, supieron que, hacia Oriente, multitud de ríos menores, afluentes de un río mayor -el Marañón-, acarreaban el tributo de sus arenas, saturadas de oro, hacia una comarca asombrosamente rica, cuyo régulo acostumbraba a revolcarse materialmente en oro, por determinadas fechas del año incaico, hasta relucir su cuerpo como un ascua.

De allí el nombre de El Dorado con que fué bautizado por los españoles aquel fantástico personaje.

La leyenda del Dorado, contemplada en sus elementos constitutivos, es la siguiente:

Al pie de la cordillera de los Andes, en cuyos ventisqueros tienen su naciente los ríos de mayor caudal del sistema amazónico, recatado entre ásperas selvas y rodeado de misterio, existió un reino, sobre el que Natura tuvo a bien derramar con pasmosa liberalidad sus dones, por lo que respecta al más preciado de los metales: el oro.

Las calles de sus ciudades estuvieron empedradas de oro, de oro fueron sus edificios, y de oro los utensilios más usuales empleados por sus afortunados moradores.

Su soberano tuvo por costumbre bañarse por determinadas fechas del año incaico en polvos de oro.

Dábase a aquel reino maravilloso el nombre de Paitití, y aun el de Omagua, y a su ciudad principal el de Manoa.

Han escrito acerca del Dorado, de sus régulos, de su laguna y de su oro el jesuita Bernabé Cobo; el obispo Lucas Fernández de Piedrahita, en su Historia general del Reino de la Nueva Granada; el bachiller Francisco Vásquez en su Vida —311→ de Pedro de Urzúa; Ciro Vayo, en sus Caballeros del Dorado; el Marqués de Fuensanta del Valle, en su Relación de la jornada de Pedro de Urzúa a Omagua y El Dorado; Adolfo Bandelier, en su Gilded Man; Ricardo Palma, en sus Tradiciones peruanas; Jenaro Herrera, en sus Tradiciones de Loreto.

Para ese conjunto de escritores la leyenda del Dorado no pasó de ser una simple conseja, parto de la mente española, trastornada por la fiebre del oro, sin la menor base de realidad posible.

Nosotros opinamos de distinta manera.

Para nosotros, a orillas de los grandes ríos de la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, que llevan el tributo de sus aguas al poderoso Amazonas, se ha verificado durante siglos una concadenación de sucesos relacionados con la economia del Imperio de los Incas, sin la cual no habría podido formarse la leyenda del Dorado.

En otras palabras: el personaje Dorado «ha existido» y su baño periódico en polvos de oro ha sido cosa de realidad.

Indúcenos a pensar de esta suerte la voz manu, que hallamos vigente en los siguientes nombres de la región contemplada por la leyenda del Dorado: Manu, Mano, Manaos, Tahuamanu, Tahuantinmanu, Cuntamanu, Manuripe, etc.

Manu es voz de la lengua quechua que expresa deuda, tributo o cantidad de especies que una determinada comunidad estuvo obligada a pagar, dentro de determinados plazos, a los factores del Inca.

Es de creer que a orillas de los ríos de la hoya amazónica, en cuyo nombre repercute la voz manu, acostumbraron a citarse, por una parte los factores del Inca, y por otra las comunidades ribereñas sometidas al tributo conocido con el nombre de manu, el cual, tratándose de una región eminentemente aurífera, como la amazónica, ha debido consistir en determinada cantidad de polvo de oro.

En dichos parajes se practicó verosímilmente la operación de exigir y satisfacer el manu aurífero.

En Manu, nombre de río, se alude verosímilmente a que en cierto trecho de sus orillas determinadas comunidades pagaron —312→ el tributo aurífero; en Tahuamanu (literalmente «cuatro manus»), a que en sus orillas pagaron el manu aurífero cuatro comunidades.

En los nombres Manuripe y Cuntamanu, el afijo cunta y el sufijo ripe modifican la idea de manu.

Juntadas las arenas auríferas del manu en los parajes que decimos, puede que sobre mantas primorosamente tejidas, llamadas cumbis, imponíase la necesidad de mezclar, para borrar las trazas de lo tuyo y de lo mío, las entregas de las diferentes comunidades que en ello intervinieron, hecho lo cual, el entero pasaba a ser de propiedad imperial.

Parece ser que aquello se efectuó mediante el «revuelco», el cual fué una forma de toma de posesión, genuinamente peruana, no del todo olvidada en las Repúblicas del Perú y Bolivia de nuestros días.

«Hecho lo cual -se lee en multitud de testimonios de compraventa de la época colonial, y aun de la republicana-, el comprador arrancó yerbas, tiró piedras y se revolcó en señal de toma de posesión de lo comprado.»

Se ve por ello que así en los tiempos incaicos como en los coloniales, la formalidad del «revuelco» perfeccionó el traspaso de una propiedad de una a otra mano.

Antójasenos que esto es lo que ocurriría a orillas de los ríos del sistema amazónico relacionados con la percepción del oro destinado al Inca, y en Manoa, lugar donde los diferentes manus pagados por las comunidades tributarias, fué reunido.

Reunido el oro de los manus sobre mantas de «cumbi», el factor del monarca se revolcaría sobre él, en forma de toma de posesión, por cuenta de su amo imperial, en medio de las muestras de aprobación de quienes presenciaron aquel curioso espectáculo, con lo cual el cuerpo de aquél, cubierto de partículas de oro, reluciría como un ascua bajo la acción de los rayos del sol.

Queda explicada en esta forma, según nosotros, con el auxilio de la filología, la no dilucidada hasta hoy leyenda del Dorado.


Fuente: http://www.cervantesvirtual.com/

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Uke Mochi https://bottocayo.com/2021/03/29/uke-mochi/ Tue, 30 Mar 2021 02:04:09 +0000 https://bottocayo.com/?p=15804 Para comenzar, debes saber que Uke Mochi es una diosa japonesa proveedora de los alimentos esenciales como el trigo y el arroz, […]

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Para comenzar, debes saber que Uke Mochi es una diosa japonesa proveedora de los alimentos esenciales como el trigo y el arroz, su nombre tiene como significado “diosa que posee la comida” asimismo, se cuenta en la leyenda de los dioses japoneses que esta recibió una visita del dios lunar Tsukuyomi (en la que murió por ofrecerle comida que emanaba de su cuerpo) hermano de Amaterasu y Susanoo.

Uke Mochi

Ahora bien, Basil Chamberlain según los Kojiki (compilación de textos sagrados de Japón) narra que cuando esta diosa se colocó frente al gran océano, de su boca salieron peces de gran variedad, incluyendo los de aletas grandes y los de aletas pequeñas.

Después se fue al bosque donde salieron animales de su cuerpo, por último esta deidad fue al arrozal y salió una cantidad increíble de arroz.

Su muerte

Uke Mochi

Se cuenta que Uke Mochi le ofreció a Tsukuyomi una gran cantidad de comida servida sobre alrededor de cien mesas, pero este dios se sintió ofendido por la forma en la que provenían los alimentos, saco su espada y mato a la diosa.

Aunque se debe mencionar que la muerte de esta diosa no fue en vano, ya que, de su cuerpo sin vida nacieron los cinco cereales, es decir, de sus ojos crecieron semillas de arroz, de sus orejas el mijo, en su nariz judías, de su recto nace la soja y de sus genitales el trigo; aunado a esto, de sus cejas salieron las lombrices y de su cabeza el caballo y la vaca.

Amaterasu al entristecerse y enojarse por la terrible acción de su hermano, tomo todo lo que salió del cuerpo sin vida de Uke Mochi y lo plantó con el fin de alimentar a toda la humanidad; además, se movió de un lado a otro del cielo para así no verlo más, es por eso que hoy día el sol y la luna se alternan.


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El toro encantado, Leyendas peruanas https://bottocayo.com/2021/03/20/el-toro-encantado-leyendas-peruanas/ Sat, 20 Mar 2021 13:50:38 +0000 https://bottocayo.com/?p=15741 Cuenta una antigua leyenda, que de las aguas de la laguna rasuhuillca, en Huanta, hace muchos siglos atrás, un enorme toro furioso […]

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Cuenta una antigua leyenda, que de las aguas de la laguna rasuhuillca, en Huanta, hace muchos siglos atrás, un enorme toro furioso salía de sus aguas, provocando inundaciones y daños a todo el pueblo.

El toro, negro, brillante y corpulento, luego de dejar al pueblo destruido, volvía cansado al fondo de la laguna.

Los habitantes de Huanta estaban cansados, y no sabían que hacer, hasta que cierto día, una anciana, sabiendo que le quedaban solo un par de años de vida, decidió sacrificarse para poder contener al animal.

Fua así, como la anciana, luego de un largo ritual, se lanzó junto con una enorme jaula de gruesos barrotes de fierro encantados, al fondo del lago.

Allí, lo encontró dormido, y como pudo, lo metió dentro de la jaula. Es la misma viejecita, quien vigilaba que no se escape.

El pueblo de Huanta vivía feliz, tranquilo, sabiendo que su peor enemigo vivía encerrado en lo más profundo del lago.

Sin embargo, esta historia no termina aquí…

Un día de invierno, cuando las lluvias azotaban con fiereza la tierra, un luminoso y brillante rayo cayó en la laguna de Rasuhuillca, dejando a la anciana ciega, solo por unos segundos.

Pero esos pocos segundos fueron suficientes para que el malvado toro le robara las llaves de su jaula, y volviera a hacer lo que mas le gustaba hacer: inundar y sembrar el pánico en el pueblo de Huanta.

– Jauuajua, ¡nunca me volverán a encerrar!, ¡nunca se librarán de mí!

Se reía y se burlaba, pensando que nunca se cansaría.

Pero como siempre, luego de un par de días, el toro caía rendido, dormido al fondo del lago.

Y esta vez, soltando las llaves que tan fuertemente sujetaba entre sus pezuñas.

La viejecilla tomó las llaves, y volvió a poner al toro en su jaula.

Ahora las cuida mas que antes, pues sabe que, ante cualquier descuido, el toro las tomará y volverá a dejar su rastro de destrucción en Huanta.

Desde aquel día, la ultima vez que escapó, que el pueblo teme que otra vez el toro pueda e inundar la bella ciudad de Huanta.


Fuente: https://www.misaudiocuentos.com/2019/05/el-toro-encantado-leyendas-peruanas.html

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El mito de la caverna de Platón (significado e historia de esta alegoría) https://bottocayo.com/2021/03/11/el-mito-de-la-caverna-de-platon-significado-e-historia-de-esta-alegoria/ Thu, 11 Mar 2021 16:08:48 +0000 https://bottocayo.com/?p=13035 El mito de la caverna de Platón es una de las grandes alegorías de la filosofía idealista que tanto ha marcado la manera […]

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El mito de la caverna de Platón es una de las grandes alegorías de la filosofía idealista que tanto ha marcado la manera de pensar de las culturas de Occidente.

Entenderla significa conocer los estilos de pensamiento que durante siglos han sido los dominantes en Europa y América, así como los fundamentos de las teorías de Platón. Veamos en qué consiste.

Platón y su mito de la caverna

Este mito es una alegoría de la teoría de las ideas propuesta por Platón, y aparece en los escritos que forman parte del libro La República. Se trata, básicamente, de la descripción de una situación ficticia que ayudaba a entender el modo en el que platón concebía la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, y cómo nos movemos a través de ellos.

Platón empieza hablando sobre unos hombres que permanecen encadenados a las profundidades de una caverna desde su nacimiento, sin haber podido salir de ella nunca y, de hecho, sin la capacidad de poder mirar hacia atrás para entender cuál es el origen de esas cadenas.

Así pues, permanecen siempre mirando a una de las paredes de la caverna, con las cadenas aferrándolos desde atrás. Detrás de ellos, a una cierta distancia y colocada algo por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina un poco la zona, y entre ella y los encadenados hay un muro, que Platón equipara a las artimañas que realizan los tramposos y los embaucadores para que no se noten sus trucos.

Entre el muro y la hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre la pared que están contemplando los hombres encadenados. De este modo, ven la silueta de árboles, animales, montañas a lo lejos, personas que vienen y van, etc.

Luces y sombras: la idea de vivir en una realidad ficcionada

Platón sostiene que, por estrambótica que pueda resultar la escena, esos hombres encadenados que describe se parecen a nosotros, los seres humanos, ya que ni ellos ni nosotros vemos más que esas sombras falaces, que simulan una realidad engañosa y superficial. Esta ficción proyectada por la luz de la hoguera los distrae de la realidad: la caverna en la que permanecen encadenados.

Sin embargo, si uno de los hombres se liberase de las cadenas y pudiese mirar hacia atrás, la realidad le confundiría y le molestaría: la luz del fuego haría que apartase la mirada, y las figuras borrosas que pudiese ver le parecerían menos reales que las sombras que ha visto toda la vida. Del mismo modo, si alguien obligase a esta persona a caminar en dirección a la hoguera y más allá de ella hasta salir de la caverna, la luz del sol aún le molestaría más, y querría volver a la zona oscura.

Para poder captar la realidad en todos sus detalles tendría que acostumbrarse a ello, dedicar tiempo y esfuerzo a ver las cosas tal y como son sin ceder a la confusión y la molestia. Sin embargo, si en algún momento regresase a la caverna y se reuniese de nuevo con los hombres encadenados, permanecería ciego por la falta de luz solar. Del mismo modo, todo lo que pudiese decir sobre el mundo real sería recibido con burlas y menosprecio.

El mito de la caverna en la actualidad

Como hemos visto, el mito de la caverna reúne una serie de ideas muy comunes para la filosofía idealista: la existencia de una verdad que existe independientemente de las opiniones de los seres humanos, la presencia de los engaños constantes que nos hacen permanecer lejos de esa verdad, y el cambio cualitativo que supone acceder a esa verdad: una vez se la conoce, no hay marcha atrás.

Estos ingredientes se pueden aplicar también al día a día, concretamente a la manera en la que los medios de comunicación y las opiniones hegemónicas moldean nuestros puntos de vista y nuestra manera de pensar sin que nos demos cuenta de ello. Veamos de qué manera las fases del mito de la caverna de Platón pueden corresponderse con nuestras vidas actuales:

1. Los engaños y la mentira

Los engaños, que pueden surgir de una voluntad de mantener a los demás con poca información o de la falta de progreso científico y filosófico, encarnaría el fenómeno de las sombras que desfilan por la pared de la caverna. En la perspectiva de Platón, este engaño no es exactamente el fruto de la intención de alguien, sino la consecuencia de que la realidad material sea tan solo un reflejo de la verdadera realidad: la del mundo de las ideas.

Uno de los aspectos que explican por qué la mentira impacta tanto en la vida del ser humano es que, para este filósofo griego, está compuesta por aquello que parece evidente desde un punto de vista superficial. Si no tenemos motivos para cuestionar algo, no lo hacemos, y su falsedad prevalece.

2. La liberación

El acto de liberarse de las cadenas serían los actos de rebeldía que solemos llamar revoluciones, o cambios de paradigma. Por supuesto, no es fácil rebelarse, ya que el resto de la dinámica social va en sentido contrario.

En este caso no se trataría de una revolución social, sino de una individual y personal. Por otro lado, la liberación supone ver cómo muchas de las creencias más interiorizadas se tambaleen, lo cual produce incertidumbre y ansiedad. Para hacer que este estado desaparezca, es necesario seguir avanzando en el sentido de ir descubriendo nuevos conocimientos. No es posible quedarse sin hacer nada, según Platón.

3. La ascensión

La ascensión a la verdad sería un proceso costoso e incómodo que implica desprenderse de creencias muy arraigadas en nosotros. Por ello, es un gran cambio psicológico que se plasma en la renuncia a las viejas certezas y la apertura a las verdades, que para Platón son el fundamento de lo que realmente existe (tanto en nosotros como a nuestro alrededor).

Platón tenía en cuenta que el pasado de las personas condiciona el modo en el que experimentan el presente, y por eso asumía que un cambio radical en la manera de entender las cosas tenía que acarrear necesariamente malestar e incomodidad. De hecho, esa es una de las ideas que quedan claras en su forma de ilustrar ese momento mediante la imagen de alguien que trata de salir de una cueva en vez de permanecer sentado y que, al llegar al exterior, recibe la luz cegadora de la realidad.

4. El retorno

El retorno sería la última fase del mito, que consistiría en la difusión de las nuevas ideas, que por chocantes pueden generar confusión, menosprecio u odio por poner en cuestión dogmas básicos que vertebran la sociedad.

Sin embargo, como para Platón la idea de la verdad estaba asociada al concepto de lo bueno y el bien, la persona que haya tenido acceso a la realidad auténtica tiene la obligación moral de hacer que el resto de personas se desprendan de la ignorancia, y por lo tanto ha de difundir su conocimiento.

Del mismo modo que su maestro, Sócrates, Platón creía que las convenciones sociales sobre lo que es un comportamiento apropiado están supeditadas a la virtud que otorga llegar al verdadero conocimiento. Por eso, aunque las ideas de quien regresa a la caverna resulten chocantes y generen ataques por parte de los demás, el mandato de compartir la verdad obliga a confrontar estas viejas mentiras.

Esta última idea hace que el mito de la caverna de Platón no sea exactamente una historia de liberación individual. Es una concepción del acceso al conocimiento que parte de una perspectiva individualista, eso sí: es el individuo el que, por sus propios medios, accede a lo verdadero mediante una lucha personal contra las ilusiones y los engaños, algo frecuente en los enfoques idealistas al fundamentarse en premisas del solipsismo. Sin embargo, una vez el individuo ha alcanzado esa fase, debe llevar el conocimiento al resto.

Eso sí, la idea de compartir la verdad con los demás no era exactamente un acto de democratización, tal y como la podríamos entender hoy día; era, simplemente, un mandato moral que emanaba de la teoría de las ideas de Platón, y que no tenía por qué traducirse en una mejora de las condiciones materiales de vida de la sociedad.

Referencias bibliográficas:

  • Bury, R. G. (1910). The Ethics of Plato. The International Journal of Ethics XX (3): 271-281.
  • Dillon, J. (2003). The Heirs of Plato: A Study of the Old Academy. Oxford University Press.
  • Koller, J. (2013). Chad Meister and Paul Copan (ed.). Routledge Companion to Philosophy of Religion. Routledge.
  • Reale, G. (1997). Toward a New Interpretation of Plato. Washington, DC: CUA Press.
  • Rowe, C. (2006). Interpreting Plato. In Benson, Hugh H. (ed.). A Companion to Plato. Blackwell Publishing. pp. 13–24.
  • Whitehead, A. N. (1929). Process and reality (en inglés).

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El Águila de Sangre o Águila Sangrienta https://bottocayo.com/2021/02/21/el-aguila-de-sangre-o-aguila-sangrienta/ Mon, 22 Feb 2021 03:35:58 +0000 https://www.bottocayo.com/?p=12810 Bajo el epítome Águila de Sangre o Águila Sangrienta se escribe uno de los capítulos más morbosos, escabrosos y siniestros de la […]

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Bajo el epítome Águila de Sangre o Águila Sangrienta se escribe uno de los capítulos más morbosos, escabrosos y siniestros de la historia de los vikingos. Ejecución, tortura, sadismo y venganza, sin embargo, ¿es cierta esta parte de su historia?

El  Águila de Sangre era un método de tortura y ejecución que se menciona en algunas sagas nórdicas, especialmente en las Islandesas, consistente en practicar una o dos incisiones en la espalda de la víctima viva, a lo largo de la columna vertebral o a los lados de ésta, para partir y sacar las costillas y extraer a través del orificio los pulmones, que quedarían colgando en la espalda, como unas alas sangrantes. Algunas versiones hablan de esculpir a machete unas alas en la carne viva de los torturados, otras van hasta el extremo de aseverar que la forma de las alas se formaba con los propios intestinos de la víctima. Algunos también aseguran que las heridas se cubrían con sal.

Algunas víctimas de esta tortura las encontramos en sagas como la Saga Orkneyinga, la Norna-Gests þáttr, Knútsdrápa o en la conocidísima –e importantísima para los historiadores– Crónica Anglosajona y algunas de sus víctimas fueron Edmundo el Mártir rey de Anglia Oriental, Halfdan Hárfagri de Harald I de Noruega, Máel Gualae, rey de Munster, el arzobispo Aelfheah de Canterbury o el también conocidísimo rey Aella de Northumbria.

Sin embargo, y detrás de todo este halo de morbosidad y crueldad que ha cautivado a más de uno y a más de dos, existen serias dudas. ¿Qué pensaríais si os dijese que, más que probablemente, el Águila de Sangre es otro de los tantos mitos que giran alrededor de los vikingos?

Vamos a deshacer el ovillo del mito.

Desde hace unos años la autenticidad y veracidad de esta práctica ha sido muy cuestionada por historiadores y por expertos lingüistas y – pese a que la facción que sigue creyendo que se trata de un hecho histórico real en contestación a los cristianos por parte de los vikingos es fuerte – la facción que apuesta por la ficción en las Sagas Islandesas y las malinterpretaciones lingüísticas crece con fuerza y, sobre todo, con peso y rigor histórico.

Para comenzar, a día de hoy no existen evidencias arqueológicas de ningún tipo – ni siquiera en las tumbas halladas con sacrificios humanos – que sustenten de forma tangible el uso o práctica del Águila de Sangre. Todo lo que tenemos sobre esta tortura proviene de las Sagas que, como bien sabemos, se trata de textos escritos por los nórdicos mucho tiempo después del fin de la Era Vikinga, cuando Escandinavia e Islandia eran ya cristianas, especialmente entre los siglos XII – XIII. Además, la gran mayoría de las Sagas – por no decir todas – beben de la tradición oral procedente de la Era Vikinga, que pasó durante siglos de boca en boca y que, principalmente, lo que buscaba era el ensalce de las figuras heroicas del ideario escandinavo. Es decir, mitos y leyendas con cierta base histórica o real.

Las dos fuentes escritas más importantes que contienen el uso del Águila de Sangre son dos y una deriva de la otra; en primer lugar, la Crónica Anglosajona del año 867 con la supuesta muerte del rey Aella de Northumbria a manos de Ivar el Deshuesado quien le practicó esta tortura y, la segunda, la saga nórdica Knútsgrápa, escrita en algún momento entre el año 1020 y el año 1038 que no es sino la versión nórdica de la muerte del rey northumbrio.

La leyenda que nos ha llegado hasta hoy en día, cargada de heroicidad y epicidad cuenta como Aella acabó con el rey vikingo semilegendario Ragnar Lodbrok al arrojarlo a un pozo lleno de serpientes venenosas, negándole así de forma vil el honor de morir en combate y, por lo tanto, de entrar en el Valhalla. Esto provocó la ira de los hijos de Ragnar quienes, a finales del siglo IX, izarían velas con el Gran Ejército Danés rumbo a Inglaterra donde Ivar Sin Huesos o el Deshuesado vengaría la muerte de su padre asesinando a Aella practicándole la atroz Águila de Sangre.

La Crónica Anglosajona, sin embargo, es sustancialmente distinta; en ella la muerte del rey northumbrio es igualmente cruel, no obstante, lo que nos dice es que el cuerpo del rey, una vez muerto a manos de los hombres del norte, fue abandonado y arrojado en el bosque, utilizando la metáfora “dejado como pasto para las águilas”, donde águilas podían haber sido cuervos, buitres o cualquier otro animal carroñero.

Y de aquí, al mito. ¿Cómo se acabó ideando una tortura tan escalofriante como el Águila de Sangre? Sobradamente conocido es el hecho de que los poetas escandinavos, los llamados escaldos, solían utilizar figuras literarias muy rebuscadas e ingeniosas, llamadas “kennings” y que significaban, literalmente, “agudezas” o metáforas que servían para ensalzar y adornar hechos banales o poco atractivos por sí mismos, cotidianos o mundanos. Esta forma de narrar era conocida por los vikingos, quienes conocían estas figuras y sus significados, sin embargo, con el tiempo, las historias perduraron y pasaron de generación en generación y de boca en boca, los vikingos dejaron de ser vikingos, se cristianizaron y olvidaron sus raíces poéticas y el arte de la escáldica olvidando, a su vez, los significados de estas metáforas que perduraron en el tiempo sin ser comprendidas o que se tomaron a pies juntillas. Transcripciones, traducciones, malinterpretaciones – intencionadas o no – derivaron a la postre en un mito que, por lo que los análisis históricos nos muestran, tiene muy pocos visos de ser real. El mito creció y se propagó y poco tiempo después los poetas – y todos quienes los leían – dieron por sentado que el Águila de Sangre era una práctica habitual de los vikingos para con sus enemigos, una forma de advertencia que encumbraba la magnitud del carácter bélico y vengativo de los vikingos.

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Piedra rúnica Stora Hammars I hallada en Gotland (Suecia).

Algunos historiadores han querido ver en la piedra rúnica Stora Hammars I hallada en Gotland (Suecia) la imagen de un Águila de Sangre en proceso; en la piedra podemos ver a un hombre boca abajo y a otro hombre sobre él con algún tipo de objeto punzante en sus manos que, presumiblemente, podría haber utilizado sobre su espalda. En la misma piedra, justo encima, se puede observar un Valknut – símbolo de Odín – y lo que algunos han querido ver como dos águilas. Lo cierto es que se trata de dos pájaros que, teniendo en cuenta el significado del Valknut relacionado con Odín, más podrían ser sus cuervos, Hugin y Munin. Estos historiadores han entendido esta escena como un Águila de Sangre, animados por una expresión en nórdico antiguo, blóthorn blóðörn, que podría haberse traducido por Águila de Sangre y que se habría vinculado a sacrificios humanos en honor a Odín. Sin embargo, sabemos que los vikingos aunque sí sacrificaban humanos, no tenían por norma torturarlos antes, los sacrificios eran limpios y, generalmente, se practicaban con esclavos. Visto desde la óptica de las Sagas, el significado que desprende esta práctica del Águila de Sangre es, claramente, una tortura a un primer enemigo tan fuerte de los vikingos y contra el que tenían tanta rabia y ansia de vengaza como fue Aella de Northumbria, de cuya historia derivaron el resto y que, más que probablemente, sea el fruto de una malinterpretación o una mala traducción. Lo que nos queda por saber es si fue intencionada, o no.

Bibliografía

  • FRANK, Roberta. «Viking Atrocity and Skaldic Verse: The Rite of the Blood-Eagle». The English Historical Review. Vol. 99, No. 391, April 1984
  • GRIFFITH, Paddy. Los vikingos el terror de Europa. Ariel, Madrid, 2013.
  • HARRISON-GERRY, Mark. Viking Hersir 793-1066 d.C. Osprey publishing, Westminster, 1993.

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