Areas verdes en las ciudades

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Areas verdes en las ciudades

Carlos Priego González de Canales
Instituto de Estudios Sociales Avanzados
IESA-CSIC

En las últimas décadas, se ha experimentado una profunda transformación del paisaje, afectando de forma considerable a los sistemas ecológicos y ambientales de nuestras ciudades. Según los informes de las Naciones Unidas, más del cincuenta por ciento de la población mundial vive en las zonas urbanas, proporción que aumentará al setenta por ciento en los próximos cincuenta años. Es innegable que existe un fuerte crecimiento urbano, que afecta al paisaje urbano que habitamos. Las aldeas se están transformando en pueblos, los pueblos en ciudades y las ciudades en megaciudades, por medio de un continuo éxodo desde el campo al núcleo urbano más próximo. Sin embargo, este crecimiento no se produce de la misma forma en todas las regiones del planeta. Según el informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) presentado en la Cumbre de Johannesburgo, las proyecciones de la población para el 2025 ascenderán a unos 9.300 millones de personas, creciendo a razón de 75 millones de personas por año -en torno al 1,5% de promedio-, en su mayor parte correspondiente a los países en vías de desarrollo, que para el año 2050 triplicarán su población hasta alcanzar los 1.860 millones de personas.

El crecimiento de la ciudad y su repercusión en la sociedad

Pese a tal crecimiento, el aumento demográfico de la población no ha estado distribuido proporcionalmente, sino que las ciudades han acogido por termino medio en torno al 80% de ese aumento anual (FNUAP). Este desmesurado crecimiento de las ciudades, no sólo se debe a un proceso biológico reproductivo de la población, sino que las ciudades están creciendo, en gran parte, por la migración, tanto del entorno rural, como por los ciudadanos de otros países o regiones. La búsqueda de estabilidad laboral, seguridad alimentaria, educación y en definitiva, oportunidades de vida, han sido los condicionantes para que una población con fuertes arraigos a los entornos naturales emigrase a la ciudad.

En 1990 las 100 ciudades más grandes del mundo albergaban a 540 millones de personas, y de esas 100, en las 20 mayores ciudades, vivían cerca de 220 millones de ciudadanos. Las ciudades de más de 10 millones de personas, denominadas “megaciudades”, constituyen aglomerados de continua urbanización que se extienden por cientos de miles de hectáreas, anteriormente ocupadas por recursos naturales. Sólo dos de las diez ciudades más grandes del mundo se encuentran en zonas desarrolladas (Tokio y Nueva York), y alguna de ellas dejará pronto de estar entre las primeras. Las restantes son del Tercer Mundo o de los denominados países en vías de desarrollo (Seúl con más de 25 millones de habitantes, Shangai rozando los 25 millones, Delhi en la India con 23 millones, México, Bombay o Sao Paulo son algunos ejemplos de ciudades que sobrepasan con creces la cifra de los 15 millones de habitantes.

Esta constante evolución en el crecimiento de la población en las ciudades ha repercutido en el cambio del uso del suelo, provocando importantes efectos tanto desde el punto de vista ambiental como social y económico. Este crecimiento ha ocasionado que aquellas ciudades que siempre habían sido consideradas como un ecosistema vivo se hayan tenido que adaptar a las nuevas necesidades del habitante.

A pesar de que la supervivencia de la sociedad ha dependido siempre de la salvaguarda del equilibrio entre las variables de población, recursos y medio ambiente, parece ser que los nuevos modelos de habitabilidad han provocado importantes efectos negativos en la calidad de vida de sus habitantes. El precio desorbitado de la vivienda, el aumento de la contaminación, bien atmosférica, o bien de las aguas o del suelo, la disminución de las superficies naturales, junto con el estrés, el tiempo invertido en el transporte y los trastornos psicológicos, ocasionados por un mundo que corre cada vez más deprisa son algunos de los problemas con los que el ciudadano tiene que vivir diariamente.

Problemas del ciudadano

El resultado de estos efectos es el declive en la vitalidad de los espacios urbanos así como en los estándares de calidad de vida del ciudadano. Si preguntamos a la gente qué entiende por ciudad, es seguro que nos respondieran con términos tales como coches, edificios, tiendas y gente entre otros, y si les preguntamos por el tipo de vida que hay en la ciudad, muchos hablarán de prisas, atascos, ruido y estrés. Serán pocas las personas que relacionen los términos “ciudad” y “calidad de vida”. Según el Ecobárometro de Andalucía del año 2010 -encuesta anual de carácter medioambiental que realiza el IESA-CSIC- la población andaluza tiene una especial preocupación por el estado del medio ambiente del lugar donde vive, destacando como el principal problema urbano el ruido (28,8%) seguido de la suciedad de las calles con un 28,4%, los residuos sólidos urbanos con un 25,1% y la falta de parques y jardines con un 21%.

Para combatir estos problemas la conferencia internacional que se desarrolló en Singapur bajo el lema “Vivienda sostenible: trazando nuevas fronteras”, apostó por que las ciudades fueran nuevamente diseñadas para avanzar hacia nuevos modelo de ciudades más sostenibles tanto económica, como social y ambientalmente. En este sentido, el reto de la Unión Europea está en incorporar la sostenibilidad a la ciudad existente, apostando por nuevos desarrollos urbanos, donde los espacios verdes urbanos jueguen un papel primordial en el aumento de la calidad de vida de la población.

Naturaleza y ciudad. Beneficios de las áreas verdes urbanas a la sociedad

No podemos pasar por alto que la mayoría de los trabajos realizados sobre los beneficios que aportan las áreas verdes urbanas a la población están llevadas a cabo en Norteamérica y en países del Norte de Europa. Esto no quiere decir que no existan investigaciones interesantes en el campo de la Ecología Urbana en Latinoamérica o en los países mediterráneos, sino que estas investigaciones apenas transcienden a los canales de difusión científica, ya que suelen estar copados por países con más tradición y experiencia en el campo del uso, gestión y planificación de los espacios verdes urbanos.

La importancia de las zonas verdes en las ciudades radica en los efectos positivos que tienen sobre la población residente, efectos que pueden manifestarse en varios ámbitos de carácter social: En la conciencia ambiental o ecológica; en el proceso de enraizamiento (embeddedness) de la comunidad y de construcción de identidades socioculturales, en el sentimiento de seguridad, o en la salud mental y física de los ciudadanos entre otros.

Conciencia ecológica

El mencionado Greening Process o extensión de las zonas verdes en las ciudades contemporáneas representa una importante oportunidad para que la población aprenda acerca de los principios ecológicos y de sus interconexiones con el mundo circundante. La mera observación que el viandante tiene sobre los espacios verdes, así como el contacto con la naturaleza que le rodea, ha permitido adquirir al habitante de la ciudad un aprendizaje experimental sobre el funcionamiento de algunos ecosistemas urbanos. Algunos estudios realizados por la Agencia de Medio Ambiente de Canadá en 1999 mostraban que un 43% de los canadienses participaban en actividades al aire libre en áreas naturales y que un 40% participaban en actividades relacionadas con la vida silvestre en sus propias residencias o en zonas cercanas a ellas. Con esto podemos señalar que el contacto con la naturaleza, bien sea en el hogar, en la ciudad o en los parques naturales es de una importancia fundamental para desarrollar una conciencia ambiental cada vez más involucrada en el conocimiento y la conservación del entorno natural. La educación ambiental es mucho más que impartir una clase de biología o visitar un centro de interpretación de la naturaleza, es el resultado de una experiencia directa y constante, asimilada a través del contacto diario con la naturaleza en los lugares donde vivimos, en las calles que recorremos o en los árboles que nos dan sombra. En consecuencia, el entendimiento de las bases de la interacción entre la sociedad y la naturaleza debe empezar en los lugares donde los ciudadanos viven y pasan su tiempo libre, es decir, en los núcleos urbanos.

Recientes evidencias también sugieren que la participación directa de los ciudadanos, por medio del voluntariado, en los llamados Procesos de Naturalización, genera en los ciudadanos fuertes lazos de afectividad y conexión con el medio natural en el que están interviniendo. Los procesos de restauración de zonas abandonadas, mediante la creación de zonas verdes, o la adecuación y limpieza de zonas altamente degradadas ofrecen indudables beneficios sociales que debieran ser potenciados, como el gran sentido de identificación con la naturaleza y los altos niveles de satisfacción que obtienen los que participan en dichas tareas.

Enraizamiento en la comunidad e identidad sociocultural

Los grandes asentamientos urbanos se caracterizan por el ruido, la muchedumbre, y la falta de privacidad entre otros, efectos todos ellos que estarían induciendo al debilitamiento de los lazos sociales entre los vecinos e impidiendo, de algún modo, el sentido de comunidad. Esto podría explicar el descenso del capital social en las grandes urbes y la falta de integración de los individuos en sus comunidades de referencia, dando lugar a problemas de anomia o carencia de normas sociales. La literatura sugiere que una mayor interacción de los ciudadanos con los espacios naturales y la existencia de zonas verdes en las barriadas de las grandes ciudades, para el ocio y el esparcimiento de los vecinos, pueden inducir entre ellos al desarrollo de valores compartidos, es decir, el enraizamiento de los individuos en sus comunidades de referencia.

Algunas experiencias demuestran cómo la implicación de los vecinos en programas de creación de espacios verdes en sus barriadas, facilita el conocimiento mutuo entre los participantes y su interacción social, desarrollando un sentimiento de identidad con el entorno, además de generar altos niveles de satisfacción personal por elegir y controlar las condiciones de su propio entorno natural.

Estos programas ponen de manifiesto que una comunidad unida dota a los vecinos de un elevado sentido de pertenencia y ayuda mutua, y de una mayor capacidad para la formación de organizaciones locales, al tiempo que los dota de mayores recursos organizativos para defenderse contra el crimen y la delincuencia y para movilizarse en el ámbito político.

Algunos estudios sobre las personas mayores, han demostrado que cuando este colectivo está formado por individuos con fuertes conexiones sociales en su comunidad, se producen menores niveles de mortalidad, tasas más reducidas de suicidio y niveles más elevados de salud física y mental, al tiempo que se manifiestan menos temerosos de ser víctimas del crimen y la delincuencia.

Tanto el deporte como el juego son dos razones esenciales para que los espacios verdes urbanos sean necesarios y los usuarios sigan visitándolos. Sin embargo, estas actividades requieren de una planificación o zonificación del parque, así como de aquellos elementos necesarios que puedan crear un sentido de lugar o pertenencia al entorno donde están ubicados. Son muchos los parques alrededor del mundo que incluyen numerosos atractivos para sus usuarios, indiferentemente de su edad y sexo: juegos de agua, campos de futbol, estanques para remar, animalarios, exposiciones al aire libre, etc.

Las bases del diseño, por lo tanto, deben ser multifuncionales y multiculturales, y los conceptos de uso y lugar deben se compatible y deben estar unidos. Los diversos espacios de la ciudad tienen potenciales diferentes dependiendo de factores tales como su uso, accesibilidad, carácter biológico y físico, propiedad, zonificación y límites legales, entre otros. De este modo, y aplicando la misma filosofía que en los planes de ordenación y gestión urbana, no todos los usos pueden aplicarse en todos los lugares, o no necesariamente al mismo tiempo. La posibilidad de poder elegir entre varios espacios, y que todos y cada uno de ellos satisfagan la diversidad social de la ciudad, tienen que ver con la calidad de vida de la ciudad y de sus ciudadanos.

Sentimiento de seguridad

En este aspecto, podemos destacar que la creación de zonas verdes en las ciudades y la presencia de áreas ajardinadas en los barrios aumentan la sensación de seguridad en los vecinos, disminuyendo las tasas de criminalidad y reduciéndose las expresiones de violencia. En su trabajo, Jacobs (1961) introduce la idea de “ojos en la calle” para explicar cómo la presencia de personas en los espacios públicos destinados al esparcimiento ayuda a controlar el crimen y aumentar la seguridad ciudadana. Otras expresiones de esta misma idea son los conceptos de “control social del vecindario” y “funcionamiento territorial”, conceptos que se refieren a la habilidad de la comunidad para controlar el comportamiento de sus vecinos en su propio espacio interviniendo si fuera necesario. En esta misma línea se afirma cómo el fortalecimiento de los vínculos sociales entre vecinos logra disminuir los niveles de vandalismo y criminalidad.

El hecho de vivir en contacto con la naturaleza podría ser un indicador en el grado de disminución de la violencia doméstica. Hasta tal punto que estudios empíricos han observado cómo en casas con zonas verdes y arbolado, los niveles de violencia y conflictos familiares eran menores que en casas con poca o ninguna arboleda en su recinto. El argumento de estos resultados está basado en que los vecinos que tienen una estrecha relación con la naturaleza, encuentran de forma más fácil diferentes vías para la resolución de conflictos y tensiones surgidas de frustraciones personales. Esta afirmación se corrobora con el hecho de que, en los disturbios en la ciudad de Los Ángeles, tras la sentencia del caso Rodney King, las barriadas con zonas ajardinadas fueron las menos dañadas, mientras que los otros barrios sufrieron daños severos.

Mejora de la salud física y mental

Los resultados de algunos estudios han permitido establecer una asociación entre, por un lado, la disminución del estrés y la mejora de la salud física de los residentes urbanos, y por otro, la presencia de arbolado y bosques en sus barriadas y, por supuesto, la percepción positiva de los ciudadanos respecto a la existencia de esas zonas verdes en la ciudad. Tales estudios han demostrado que los vecinos que viven rodeados de paisajes con árboles y vegetación presentan estados fisiológicos más distendidos que aquellos que viven en entornos sin naturaleza. No hay duda de que la experiencia en la naturaleza, la contemplación de paisajes y entornos naturales produce todo un conjunto de beneficios y bienestar a los usuarios de estos espacios.

Numerosos estudios han puesto de manifiesto el llamado “efecto restaurador de la naturaleza” que permite a las personas el relax necesario para afrontar una vida de estrés.
Este efecto restaurador es buscado, ahora más que nunca, entre una población cada vez más urbana, donde las distancias de desplazamiento son cada vez mayores y el tiempo para el ocio es menor. En definitiva una población alejada de los sistemas naturales y que demanda un mayor numero de espacios recreativos en las ciudades.

Valoración de los espacios verdes urbanos: no todo vale

Hoy en día, es un hecho comprobable que el deseo de estar en contacto con la naturaleza o al “aire libre” va cobrando cada vez más interés. La mera presencia de espacios verdes urbanos en las ciudades constituye uno de los aspectos empleados hoy en día para medir el grado de calidad de vida de los ciudadanos. Más allá de las consideraciones estéticas, la naturaleza urbana empieza a ser percibida como un elemento integrador entre las valoraciones económicas, ambientales y sociales, así como un elemento de identidad y referencia.

Considerando estos beneficios, algunos organismos, tanto nacionales como internacionales, se han aventurado en la tarea de valorar cuánta naturaleza sería necesaria en las ciudades para que sus habitantes puedan alcanzar un pleno desarrollo. Este hecho ha desencadenado una guerra de cifras y, por supuesto, un ranking de ciudades que se consideran a si mismas sostenibles o verdes, sin considerar otros aspectos, no menos importantes, como la calidad o el uso de estos espacios verdes.

Indicadores arrojados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) así como por la Ley de Ordenación del Territorio española marcan un mínimo de 10 metros cuadrados de parques, jardines y espacios verdes públicos por habitante para cubrir las necesidades “sociales” actuales de la ciudadanía. Este indicador, que a simple vista podría suponer una meta para el conjunto de las ciudades españolas se enfrenta a numerosos problemas en su aplicación. El problema radica en que en numerosas ocasiones, estos espacios verdes no han contado con una evaluación positiva que analice el futuro uso social que los ciudadanos podrían darle, por lo que, en la mayoría de los casos, no están diseñados para que se rentabilicen “socialmente”. A menudo, estos lugares presentan limitaciones sociales, fundamentalmente cuando están diseñados para un determinado grupo social, discriminando, por consiguiente, al resto de la población, ejemplos claros son los campos de golf que muchas ciudades los incluyen en su red de parques urbanos. Resultados similares se han encontrado sobre las preferencias de los ciudadanos en el uso de los espacios naturales urbanos, donde, para cada zona verde habría un “área teórica de influencia” formada por una cantidad de población potencialmente usuaria de dicho espacio natural.

Localización del lugar y su accesibilidad

Cuando nos referimos a la localización del espacio natural y de su accesibilidad, nos estamos refiriendo a las posibilidades que tienen los individuos de poder utilizar físicamente las zonas verdes. Esta limitación es un factor importante a la hora de contabilizar la superficie de espacios verdes útiles, o disponibles, que existen en la ciudad. Este factor no es sólo un factor objetivo, sino también subjetivo, al estar relacionado con la percepción social que tiene el individuo de la distancia que tiene que recorrer y el medio utilizado para ir a un parque. Algunos estudios demuestran cómo los usuarios prefieren ir andando a los espacios verdes públicos, fijando en 5 minutos el tiempo medio que dedican para desplazarse desde su lugar de residencia al lugar donde está situada la zona de esparcimiento, tiempo que equivale a una distancia promedio de 0,5 Km.

Calidad de la experiencia

Sin embargo, la distancia y accesibilidad no son factores suficientes para que una zona verde sea atractiva para los ciudadanos. Es necesario que el espacio natural tenga una calidad apropiada para despertar en el usuario lazos emocionales, y le haga sentirse satisfecho con su entorno. La calidad de los espacios verdes urbanos es un elemento subjetivo, ya que tiene que ver con el modo en que son percibidos por los usuarios, y con el significado que tienen para ellos. Se sabe por numerosos estudios que estos aspectos dependen de la cultura de los individuos. De este modo, un mismo tipo de zona verde tendrá significados diferentes y generará grados distintos de satisfacción en los usuarios, según la base cultural y estilos de vida en los que los usuarios hayan sido socializados. De ahí que será necesario analizar cuál es el sentimiento que los espacios verdes urbanos generan en los ciudadanos, y cuáles son los motivos por los que acuden a dichos espacios de ocio y esparcimiento. De esta forma, y después de este análisis, se estará en condiciones de establecer unos parámetros de diseño y composición para cada tipo de población y cultura. No obstante, estos estudios han señalado la existencia de algunos parámetros físicos de calidad que son comunes a las distintas culturas, como son los que incluyen aspectos relativos a la superficie del espacio verde y a su estructura paisajística. Así, por ejemplo, zonas demasiado pequeñas favorecen las aglomeraciones, generan ruido y ofrecen vistas inapropiadas que no estimulan el descanso y el relax del usuario; mientras que espacios demasiado grandes pueden provocar sensaciones de miedo e inseguridad asociadas al vandalismo y la delincuencia.

Respecto a la estructura paisajística, se sabe que un determinado paisaje, asociado a eventos históricos, puede reflejar la identidad cultural de la ciudad y contribuir a reforzar los lazos de identidad de la población.
Podemos considerar por tanto, que la calidad de una zona verde tiene mucho que ver con el valor que le da el usuario a su experiencia de visitarla, hasta el punto que si la experiencia no es buena lo más probable es que no la repita. En ese sentido, la ya mencionada sensación de inseguridad es un aspecto de influencia negativa en la experiencia personal, pero también lo es el desagrado que puede producir en el usuario encontrar un parque sucio y con señales de abandono debido a la negligencia de los responsables de su gestión y mantenimiento (coches abandonados, caminos difíciles de transitar para las personas mayores o para los cochecitos de los bebés, zonas estéticamente bellas, pero peligrosas para que los niños jueguen en ellas, etc.). Tales factores negativos necesitan ser identificados, cosa que es posible mediante las técnicas adecuadas de investigación (observación, entrevistas, dinámicas de grupo a los potenciales usuarios, etc.)

Aspectos funcionales

La valoración de los espacios verdes urbanos dependerá de las actividades que los ciudadanos quieran realizar: caminar, hacer footing, pasear al perro, montar en bicicleta o sentarse en un banco a leer, etc.

En la mayoría de los casos, las zonas verdes urbanas pueden proveer fácilmente el desarrollo de estas actividades, pero no siempre su tamaño, diseño y estructura (incluyendo la dotación de instalaciones y equipamiento) permiten que todas ellas puedan ser realizadas de forma simultánea respondiendo así a las múltiples y diversas demandas de los usuarios. Por lo general, las zonas verdes suelen especializarse en una o varias funciones de ocio y esparcimiento, lo que puede ser motivo de conflictos por el uso del espacio (por ejemplo, en zonas no aptas para la práctica deportiva pueden surgir conflictos si hay personas que utilizan el espacio para jugar con el balón). Los conflictos se mitigan si los usuarios tienen diversas opciones donde elegir en función de sus demandas, cosa que solo es posible aumentando el número y extensión de las áreas verdes en la ciudad.

Para el estudio de esos aspectos funcionales de los espacios verdes urbanos es conveniente distinguir tres niveles en las actividades de los usuarios que acuden a tales áreas de esparcimiento: la primera es el uso individual de los espacios, y estas actividades están encaminadas a mejorar la calidad de vida de las personas que los usa; la segunda es el uso familiar, y las actividades que se realizan aportan cohesión y unidad a la familia, tales como organizar un picnic o una barbacoa, llevar a pasear a los hijos o desarrollar reuniones intergeneracionales, entre otros. El último nivel es cuando los espacios verdes se usan de forma colectiva o comunitaria, y las actividades realizadas contribuyen a dotar a la comunidad de una mayor identidad y cohesión social, como organizar eventos deportivos o festivales. En base a los anteriormente citados aspectos de “Localización”, “Calidad de la Experiencia” y “Aspectos Funcionales”, se estaría en condiciones de identificar los parámetros que identifican la importancia de los usos sociales de los espacios verdes.

Por otro lado, no podemos olvidar que tanto el paisaje natural como el paisaje urbano, están sujetos a los cambios del tiempo, fundamentalmente influenciados por modas o nuevas demandas que la población hace sobre el espacio. El diseño de las áreas verdes, debe tener en cuenta aspectos tan importantes como la accesibilidad que deben tener los ciudadanos a las áreas recreativas, la coherencia (contraste entre los diferentes elementos de un parque), la legibilidad (incorporación de elementos diferenciadores, de iconos, como podría ser una fuente o un monumento), la complejidad (la gran cantidad de elementos potencia la actividad mental de la exploración), y el misterio (suscitar la curiosidad mediante pantallas vegetales que dejan entrever lo que hay detrás, etc.).

Paisajes naturales urbanos e identidad

El efecto del hombre sobre la naturaleza, suele ser casi siempre de signo negativo: la destrucción de los bosques, el tremendo problema de la erosión, la esterilización de muchas zonas, antes productivas, y el abandono y olvido del campo a escala mundial, son algunas consecuencias reveladoras de un desequilibrio en la relación Hombre-Naturaleza.

Se da así un apartamiento de la naturaleza por parte del hombre, en una doble dirección: primera, por la vía del alejamiento, al construir un “hábitat” propio no natural, y segunda; a manera de impacto, al llevar a cabo una explotación no sostenible de la naturaleza. Este hecho, es el que plantea, hoy en día, los nuevos términos de desarrollo, y las repercusiones que tiene la relación del hombre con la naturaleza.

Una de las repercusiones que ha tenido esta relación, es el estado actual en el que se encuentra la naturaleza. En pocos lugares del planeta, sobrevive lo que podría denominarse “Naturaleza Original”, selvas vírgenes, ríos no contaminados, espacios, en definitiva, no adulterados por la mano del hombre.

Podríamos decir que la naturaleza a nuestro alcance es, de alguna manera, un producto humano, ya que mientras más presente está en nuestras vidas, más la hemos adaptado a nuestro estilo de vida. Los grandes esfuerzos internacionales para preservar la naturaleza, están principalmente enfocados en preservar aquellos espacios, relativamente intactos, cuyo valor radica en la biodiversidad que almacenan o en el número de especies en peligro de extinción que contienen. Esto hace, que se le preste escasa atención a los espacios naturales urbanos, ubicados en los entornos cercanos a los lugares donde la población vive y trabaja.

Sin embargo, en esta última década la sociedad ha ido presentando un mayor interés por los temas medioambientales, y esto habría que buscarlo en el avance general que la conciencia ambiental ha experimentado en la población. Un ejemplo claro de cómo la población se preocupa e interesa por los temas ambientales está en el interés que el paisaje, como concepto natural y patrimonial, está ocupando en los foros y debates internacionales. El paisaje empieza a ser reconocido como la manera en la que el territorio se manifiesta, con una fisonomía particular, y con plurales imágenes sociales, llegando a considerarse como un aspecto importante en la calidad de vida de la población. Este aspecto del paisaje cotidiano y visitado es un elemento de la identidad regional, e incluso local, tratándose de una convergencia que articula lo físico, lo biológico y lo cultural de cada lugar, ya sea natural o urbano.

En un mundo cada vez más globalizado, la naturaleza urbana no ha estado exenta de la influencia de nuevas corrientes a la hora de implementar nuevos espacios naturales en las ciudades. Las nuevas modas impuestas por paisajistas, arquitectos y planificadores urbanos, han dado pié a la creación de paisajes verdes que, en muchos casos, no tienen nada que ver con la identidad local, pero que sin embargo, luchan por hacerse un hueco en el imaginario colectivo.

Un claro ejemplo de la influencia en la planificación de los espacios verdes en las ciudades es la sustitución de los históricos jardines islámicos o mediterráneos, adaptados a la climatología de las regiones cálidas, por grandes extensiones de césped que demandan grandes cantidades de agua y cuidado. Con esto, podemos determinar que en la ciudad existen varios tipos de paisajes naturales.

El primer tipo de paisaje natural podría ser definido como “Paisaje Natural Cuidado”. Es el más reconocido por la población y es aquel que los ciudadanos identifican cuando caminan por las plazas y parques de la ciudad. Está compuesto por parques urbanos, con mayor o menor extensión de césped y árboles, por los bulevares naturales o por el arbolado de la ciudad. Este tipo de espacios verdes son los más demandados y usados por la población en su tiempo libre. En un segundo lugar podríamos considerar el “Paisaje Natural Arquitectónico” formado por unas pocas especies florales que no sostienen apenas vida salvaje, y cuyo principal objetivo es el estético, ya que no pueden ser usados por el ciudadano.

Está formado por los típicos macetones en las calles peatonales, los arriates en medio de las avenidas, árboles aislados en plazas duras, o aquellos elementos arquitectónicos que contienen algún tipo de naturaleza. El diseño de muchos de estos espacios de naturaleza se ha convertido en un reclamo para la creación de nuevas identidades locales. El último y tercer tipo de paisaje es el denominado “Paisaje Natural Silvestre”, y son los paisajes olvidados de la ciudad, en los que nadie se fija cuando pasea por la ciudad. En muchos casos, resultan hasta molestos para la gente, ya que no se basan en una disposición estética de las plantas, ni de forma ni de color. Esta vegetación emerge de las grietas de las casas, en los acerados o en los solares abandonados de la ciudad. Esta naturaleza proporciona una nueva manera de entender la vegetación en el interior de la ciudad, proporcionando una riqueza de hábitats salvajes no encontrados en los demás tipos de paisajes naturales urbanos. Este tipo de vegetación no lleva consigo costo alguno ni cuidado, superando incluso los grandes problemas de contaminación atmosférica, suelos infértiles y falta de riego que presenta la ciudad.

El tipo de paisajes verdes urbanos, y el uso que la población hace de ellos, son un indicador del tipo y diseño de naturaleza urbana que los ciudadanos quieren. Mientras que por un lado, la población busca un contacto cada vez mayor con la naturaleza “no artificial”, por otro, las ciudades construyen cada vez más espacios naturales fríos y sin identidad. Como dice Michael Hough: Si el diseño urbano se concibe como el arte y la ciencia dedicados a realzar la calidad del medioambiente físico de la ciudad, a proporcionar lugares civilizados y enriquecedores para la gente que los habita, no hay duda de que las bases actuales del diseño urbano deben ser reexaminadas, siendo necesario redescubrir, a través de las ciencias naturales, la esencia de los lugares familiares en los que vivimos.

Ciudades
Los ecobarrios. Un nuevo concepto de barrio en las ciudades

Es quizás el reencuentro con la naturaleza y todos los beneficios que esta aporta lo que ha llevado a plantearse a muchos ciudadanos, e incluso municipios, un nuevo estilo de vida más saludable y confortable. De ahí nace el concepto de ecobarrios, “comunidad de personas que con una visión de largo plazo se organiza voluntariamente con la intención de mejorar su calidad de vida, para así lograr de manera integral el bienestar humano y el bienestar del medio ambiente a través de un diseño espacial coherente, fundamentado en la vida comunitaria, dirigido a la conservación de la energía y de los recursos naturales”.

Los Ecobarrios plantean un nuevo paradigma urbano, un nuevo modelo de vida que sugiere un enfoque más ecológico de las ciudades. Los barrios que en un origen fueron escenario privilegiado de un urbanismo tradicional preocupado por los servicios sociales, los equipamientos y las relaciones personales entre sus ciudadanos, han ido perdiendo identidad con el paso del tiempo. Fruto de estas carencias, los ciudadanos agrupados en organizaciones comunitarias, de tipo vecinal, buscan mejorar su calidad de vida y lograr el bienestar humano en armonía con el medio que los rodea poniendo como premisas:

– El incremento de oportunidades para estar en contacto con la naturaleza y el aumento de espacios para la comunicación social creando con ello un sentido de identidad respecto al espacio urbano.

– El aprovechamiento más eficaz de los recursos materiales y energéticos derivados de un urbanismo más racional y sostenible.

– La facilidad de acceso a las dotaciones, equipamientos y centros de trabajo por medio de la reducción global de las necesidades de desplazamiento.

La imagen que surge de este conjunto de criterios corresponde a un paisaje urbano, que valora el espacio público como espacio multifuncional, de estancia, de socialización, de intercambio, de juego, no exclusivamente destinado a la movilidad. Espacios urbanos formados por edificios bien orientados, equipados para hacer el mejor uso de las energías renovables y bien conectados con las redes de información y comunicación global. Donde las calles y los espacios públicos están concebidos para la interacción social, sin barreras arquitectónicas, equipamientos fácilmente accesibles, abundante vegetación adaptada al clima, lugares de trabajo y comercio entreverados con las áreas residenciales, etc.

Los huertos urbanos. Entre el mundo rural y el urbano

Para la mayoría de los ciudadanos, el campo ya no es un lugar meramente agrícola, sino que ahora es considerado por la mayoría de los habitantes de la ciudad como un lugar de recreo, un lugar donde ir para escapar de los problemas urbanos. La conexión entre los alimentos y su lugar de origen se ha vuelto cada vez más remota, y por el momento, no parece que sea un asunto principal para el bienestar de la población. Sin embargo, frente al retroceso de lo que podría significar la agricultura clásica y los valores que siempre ha tenido en la sociedad española, existen nuevos indicios que hacen pensar que la sociedad demanda un nuevo tipo de agricultura más ecológica y sostenible.

Este nuevo fenómeno de la “Agricultura ecológica” que surgió a finales del siglo XIX y llegaría a España a finales de los años 80, ha llegado a tener gran aceptación en la población europea, siendo éste un indicador de las nuevas corrientes de consumo. Estos indicadores de cambio pueden encontrarse en la preocupación por la dieta, en la proliferación de tiendas de alimentos ecológicos, mercados agrícolas y jardines con huertos familiares, entre otros.

Estas y otras manifestaciones ecológicas del ambiente urbano, vienen acompañadas por el reconocimiento de que las ciudades diversificadas y productivas son una base fundamental para un futuro sostenible. La conservación del suelo, la adaptación de la agricultura tradicional a pequeña escala, los problemas de salud inherentes a la producción química de alimentos y la búsqueda de un mayor control sobre los alimentos producidos, son la base de acción de un gran número de organizaciones que buscan una relación más humana e integrada con los procesos naturales que les rodean. Por otro lado, la búsqueda de una mayor autosubsistencia, una mayor conexión con la tierra y un mayor control sobre la dieta y la salud ha da dado pie a que la población se haga la pregunta ¿de qué manera pueden los ciudadanos integrar su vida urbana en la producción y gestión de su propia alimentación?

Como respuesta, la creación de huertos urbanos, en el interior o cerca de las ciudades españolas, ha ido creciendo en los últimos años a un ritmo cada vez más rápido, y entre los factores encontrados cabrían destacar; 1) Una población con una esperanza de vida cada vez mayor, donde los jubilados encuentran en el contacto con la naturaleza una reminiscencia de su pasado rural, 2) un estilo de vida marcado por las prisas y el estrés y con poco tiempo para desplazarse al campo, 3) una población hacinada en pequeños pisos y apartamentos, donde el contacto con la naturaleza se hace cada vez más remoto y difícil, a la vez que necesario y por último 4) una necesidad cada vez más creciente de controlar alguna faceta de nuestra vida en contacto directo con la naturaleza.

Este acercamiento del mundo urbano al rural crea ciudades cada vez más ricas y productivas convirtiéndolas en ciudades multifuncionales. Además, no podemos olvidar que los huertos urbanos, junto con las granjas escuela, son excelentes vías para educar a la población infantil en los valores de la naturaleza, propiciando el contacto con los ciclos naturales de producción de la los alimentos.

Por lo tanto, no podemos descartar que parte de los espacios verdes de nuestras ciudades puedan funcionar como productores de alimentos, a la vez que para la diversión y el aprendizaje, enriqueciendo la experiencia urbana y proporcionando las bases de una estética que se asienta en la aplicación exacta de los principios de la sostenibilidad enlazada con la naturaleza.

Gráfico sobre las preferencias sobre cómo pasar el tiempo libre en contacto con la naturaleza.[Preferencia para pasar el tiempo libre en contacto con la naturaleza]Los patios de la ciudad de Córdoba. Un ejemplo de contacto con la naturaleza privada

Hablar de los patios en el sur de España, significa remontarnos en el tiempo hasta las antiguas civilizaciones asentadas en el territorio, entre las que destacan la griega, romana o árabe. Entonces, las viviendas se disponían entorno a un patio central donde se desarrollaba la vida familiar y social en contacto con la naturaleza doméstica.

En el caso de la ciudad de Córdoba, podemos afirmar que las casas con patios son manifestaciones de una población en contacto continuo con la naturaleza, donde las relaciones sociales traspasan las barreras arquitectónicas para convertirse en expresiones culturales que se encuentran entre lo privado y lo público.

Con la llegada de los árabes a Córdoba los patios empezaron a cobrar una mayor importancia, incorporando nuevos elementos, como las fuentes y la vegetación, que hacían coincidir este espacio de la casa con la imagen que tenían del paraíso musulmán. Hasta la fecha, el patio cordobés no ha evolucionado mucho, pero se podrían distinguir diferentes tipos por su variedad y por el tipo de vivienda, destacando varios tipos: 1) los patios de los palacios o casas señoriales, conventos o antiguos hospitales, 2) los patios de las casas más populares (serían los llamados patios tradicionales) y por último, 3) los patios que se encuentran en viviendas de nueva construcción (patios modernos).

Además de que los patios de Córdoba, representan una forma de vida única en el mundo, son la base de una de las fiestas más populares de la primavera de esta ciudad. La fiesta de los patios de Córdoba, que nació en 1918, surgió de una forma espontánea como consecuencia de la llegada a la ciudad de una población rural, que instauró una forma de vida sencilla y comunitaria. La fiesta de los patios de Córdoba es el máximo exponente de la vida social de sus habitantes, ya que durante unas semanas del mes de mayo, los habitantes de las casas con patios abren sus hogares a los visitantes, para que puedan observar el esplendor de sus plantas, así como un modelo de vida que se transmite a lo largo de los siglos y que se desarrolla en pleno casco histórico cordobés.

Una investigación llevada a cabo por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC) estudió la percepción y valoración que tienen los usuarios de los patios de Córdoba respecto a la naturaleza de sus viviendas. Esta investigación demostró cómo en las casas particulares con patios se ha venido forjando una cultura de cuidado de las plantas y macetas, que supone una forma de vida en contacto directo con la naturaleza. El significado del patio como un entorno natural es general en todos los grupos y personas entrevistadas.

Tener un patio supone estar en contacto con la naturaleza y una forma de imbuirse de la vida agrícola que allí se desarrolla, ya que al cuidar las plantas se ejercen labores similares a las de un agricultor. Los patios son por consiguiente considerados por sus habitantes como reductos de una naturaleza perdida en el tránsito del campo a la ciudad.

Este mismo estudio se preguntó a los propietarios de los patios que dónde preferían pasar su tiempo libre si querían estar en contacto con la naturaleza. El 42,6% de las personas que mantienen o cuidan los patios preferían pasar su tiempo libre en contacto con la naturaleza en su propio patio, mientras que el 21,3% lo hacía en su parcela o huerta a las afueras de la ciudad. Los parques en la ciudad no supusieron un atractivo para los ciudadanos que habitan en casas con patio, ya que tan solo el 12,8% de los encuestados optaban por ir a los parques urbanos a pasar su tiempo libre.

Los resultados de la investigación demostraron cómo la presencia de la naturaleza en las casas con patio de la ciudad de Córdoba influía en el desarrollo de la personas, y por consiguiente, en el aumento de la calidad de vida de sus usuarios. Los propietarios de las casas con patios destacaron que este tipo de viviendas tenían un gran significado en sus vidas, ya que el contacto directo y privado con la naturaleza, denominada “naturaleza privada” les reportaba más beneficios y experiencias que si vivieran en otro tipo de vivienda, o si estuvieran en contacto con otro tipo de naturaleza urbana denominada “naturaleza pública”.

Además de los numerosos beneficios, que de por sí, la naturaleza aporta al ciudadano, el contacto privado de la naturaleza en los patios de Córdoba, contribuye de una forma importante al aumento de las relaciones sociales de sus propietarios, tanto a nivel familiar como vecinal, a la autoestima de sus propietarios, al enraizamiento en la comunidad y a la identidad sociocultural, entre otros. En las casas con patios encontramos varios ámbitos de relaciones y actividades que les dan sentido y significado propio. En el ámbito privado las posibilidades que ofrece la casa con patio son muchas. Entre ellas, cabría destacar el significado que tiene el patio como lugar de contacto con la naturaleza que estimula los sentidos: por su contemplación, por el contacto con las plantas al ser cuidadas, por el acercamiento y protección de los fenómenos meteorológicos, así como por ser un espacio para el relax y el descanso. En definitiva son actividades que se viven como privilegio personal, y que se revalorizan cuando se comparan con el estilo de vida en otro tipo de viviendas como los bloques de pisos.

Un privilegio que es percibido como calidad de vida y que llega a tener hasta propiedades terapéuticas.
Por otro lado, y además de los beneficios psico-sociales que los patios de Córdoba aportan a sus dueños, las casas con patio son un lugar en el que armonizar una vida comunal y social, un lugar apropiado en los que satisfacer el deseo de estar en contacto con la naturaleza sin tener que salir fuera de la casa. En los barrios históricos, donde predominan las casas con patios, los parques urbanos no son el referente natural más cercano que tiene la población para tener acceso a la naturaleza. De este modo, este tipo de viviendas rompen la dinámica social predominante en el contexto urbano, que es la de desplazarse para estar y beneficiarse del contacto directo con la naturaleza.

Resumiendo, podemos considerar que son necesarias nuevas investigaciones que analicen la relación de la naturaleza urbana en ciudades con un fuerte carácter histórico, como la ciudad de Córdoba. Esta investigación pone en tela de juicio los indicadores de ámbito internacional en materia de espacios verdes urbanos, ya que numerosas investigaciones e instituciones como la Organización Mundial de la Salud, consideran que las ciudades deben de tener un número mínimo de metros cuadrados, “per cápita”, de espacios verdes públicos para que las personas puedan desarrollarse plenamente. Sin embargo, estas investigaciones no suelen incluir la presencia y contacto que los ciudadanos hacen de los espacios verdes privados. Con esta investigación queda demostrado que en algunas ciudades, la presencia de espacios verdes privados supone una alternativa a los espacios públicos, y que en muchas ocasiones, aportan más satisfacción que éstos últimos.

Por otro lado, la consideración de incluir los espacios verdes privados de la ciudad en este indicador, permitiría comparar, de forma más equitativa, países que por su situación geográfica y condiciones climatológicas, disponen de grandes extensiones de espacios verdes urbanos, con otros países, como los mediterráneos, cuyas condiciones climatológicas han propiciado, a lo largo de los siglos, que los ciudadanos desarrollen nuevas formas de contacto con la naturaleza.



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