‘La serpiente’ (Netflix) reabre el debate: la atracción por los asesinos en serie, a examen
‘La serpiente’ (Netflix) reabre el debate: la atracción por los asesinos en serie, a examen
Víctor M. González
Rostros bien parecidos, cuerpos esbeltos o trabajados, ‘looks’ impecables, ambientes exclusivos, habilidades artísticas, superioridad intelectual… La serie ‘La serpiente’, de Netflix, que llega a nosotros el viernes 2 de abril, demuestra que la ficción televisiva sigue utilizando un imaginario muy claro a la hora de hablar de asesinos en serie, estén más o menos inspirados en la realidad. Esta miniserie británica, coproducción de la compañía estadounidense junto a BBC, gira en torno a Charles Sobhraj, asesino francés de los años 70 que existió realmente, conocido como La serpiente o como “El asesino del bikini”, ya que atacaba a turistas occidentales de viaje entre Europa y Asia.
Esta apuesta recuperará, imaginamos, un debate sobre el abordaje de la violencia en la ficción (en las últimas semanas hemos reflexionado sobre ello gracias a ‘Sky Rojo’ y ‘Alba’), en particular en este género tan usual desde que ‘Dexter’ debutara en nuestras pantallas en 2006. ¿Qué nos fascina tanto de las series sobre asesinos seriales? ¿Y de estos propios psicópatas? ¿Frivolizan con los crímenes? ¿Qué reverso oscuro detonan en nosotros cuando nos sentimos identificados con ellos? Charlamos de todo esto con Alberto Hermida y Víctor Hernández-Santaolalla, profesores de la Universidad de Sevilla y coordinadores del libro ‘Asesinos en serie(s)’ (Editorial Síntesis); y con Jorge Jiménez Serrano, psicólogo criminalista de Behaviour and Law y colaborador de la misma investigación.
Para comprender que hoy estemos teniendo esta conversación sobre ‘La serpiente’, es pertinente rebobinar hasta, por lo menos, 2006, cuando Showtime estrenó ‘Dexter’ y dio comienzo este fenómeno de teleficciones criminales. “Dexter’ es una de las series donde es más clara no solo la representación del asesino en serie, sino la representación desde el punto de vista del protagonista. Es totalmente un personaje construido para que, dentro de sus particularidades, fuera posible un proceso de empatía, simpatía e identificación por parte del espectador”, comenta Alberto Hermida.
El pasado y el futuro de las series de asesinos
“Creo que el boom llega gracias a ‘Dexter’, pero cuando termina ‘Dexter’, en 2013”, apunta Víctor, y ese es tal vez el momento en que podemos ver esta tendencia más claramente. Como apunta de nuevo Alberto, “2013 es cuando se estrenan ‘Hannibal’, ‘Bates Motel’, ‘The Fall’ (‘La caza’) y ‘The Following’, que recogen todo eso que se ha ido cosechando desde 2006, y cuando eclosionan las series centradas en ese rol protagonista”. No obstante, podríamos ir incluso más atrás. Entre finales de los noventa y comienzos de los dos mil se produce el auge de las series del cable estadounidense, protagonizadas por míticos antihéroes televisivos masculinos: ‘Oz’, ‘Los Soprano’ o ‘The Wire’.
“Hay progresivamente un acercamiento a esa evolución primero del héroe al antihéroe, y luego al antihéroe se le da una vuelca de tuerca más perversa para fascinar al espectador con su reverso más oscuro”, coincide Alberto. Y Víctor recuerda que, en esa televisión en torno al año 2006, algunos malos ya fascinaban más que los buenos. “Si nos vamos a una serie de superhéroes como era ‘Héroes’, con un gran conjunto de personajes, vemos que el que más admiración despertaba era Sylar, el supervillano, el asesino en serie de la narración. Estos títulos van alimentando esa fascinación por el ser maligno hasta que lo tuvieron que colocar de protagonista”.
Hoy encontramos parte de esta tendencia en las series de no ficción de Netflix, los populares ‘true crimes‘. “El realismo que añaden, aparte del morbo, es la evolución más lógica. Vamos aumentando la violencia y la maldad del personaje, y cada vez nos interesamos más, hasta que damos la vuelta de tuerca y llegamos al terreno de la realidad”, indica Víctor. Y Alberto suma: “Es interesante cómo están planteados porque permiten profundizar en un estudio de la empatía con el espectador. Cuando ves ficción, no tienes ciertos conflictos contigo mismo por sentir cierta identificación por un protagonista que uno sabe que es absolutamente perverso, pero aquí hablamos de casos reales”.
La atracción por el lado oscuro del alma humana
Pero, ¿por qué nos seduce de esa manera la figura del asesino en serie? “Como bien dices, el mal nos asusta y nos atrae. Nos da miedo pensar que alguien es capaz de matar de forma tan cruel y sin motivos aparentes, y eso también tiene su fascinación, ya que solo a los dioses se les atribuye la capacidad de jugar con la vida y la muerte de las personas”, explica Jorge Jiménez Serrano. Esto ya era así antes de las series; pensemos en los clubes de fans de criminales como Charles Manson o Ted Bundy. “Existe el fenómeno de la hibristofilia, en la que esa atracción por los asesinos se convierte en atracción sexual, como cuando Miguel Carcaño recibía cartas de admiradores”, añade.
Entre los factores que barajan Alberto y Víctor, uno de ellos es el contexto sociopolítico, sobre todo el relativo al colapso económico. “Suele ser muy habitual que en tiempos de crisis surjan este tipo de relatos y que géneros como el terror se hagan fuertes. En la actualidad sucede de forma clara con el auge de las distopías, sean tecnológicas o político ideológicas, porque el ojo se pone en la deriva de la sociedad”, ejemplifica Hermida. “En una época de decadencia de los valores, existe un interés por asomarse al abismo, tanto a nivel del individuo como de conjunto social”.
“Que sean capaces de matar a gente se nos antoja como una habilidad especial”
Hernández-Santaolalla puntualiza, eso sí, que siempre hay ciertos límites. “Esa fascinación nace porque sentimos un lado oscuro, un deseo de acercarnos al mal, pero con cierta distancia. Si nos preguntamos qué nos fascina de Dexter, recordamos que Dexter es un vigilante, como Batman, pero mata. Walter White nos fascina porque tiene un cáncer y hace lo que hace por su familia, aunque se le vaya de las manos. Con Hannibal Lecter lo tenemos más difícil. Hannibal asesina a quien él considera maleducado, y eso tiene menor peso. Nos acercamos al mal, pero siempre con distancia”.
Jorge, como psicólogo criminalista, pone en cuestión estos relatos de ficción. “Las películas y series suelen mostrar al personaje del asesino en serie como alguien muy interesante y sofisticado. El hecho de que sean capaces de matar a otros semejantes se nos antoja como una habilidad especial, pero nada más lejos de la realidad. Los asesinos en serie no son tan inteligentes como nos los presentan. Suelen ser inadaptados, infelices, autoacomplejados, individuos que tratan de superar sus vidas desequilibradas matando a gente inocente. No hay nada de glamuroso. La mayoría de los asesinos en serie que conocemos actualmente son de los años 70 y 80 del siglo pasado, y se basan en investigaciones policiales complicadas y no siempre competentes”.
¿Frivolizan estas series con el crimen y sus víctimas?
Esto enlaza con un debate que sugeríamos al principio, ¿frivolizan esta series con el crimen y sus víctimas? “Pienso que se ha frivolizado mucho con estos asesinatos como si los hubieran cometido estrellas de rock. De hecho, personajes como Charles Manson o Ted Bundy tenían su propio merchandising. Me parece deleznable que alguien sepa quién es Kemper, Bundy o Mason y nadie pueda recordar el nombre de las personas a las que asesinaron”, expone Jiménez Serrano. Tras estrenar la película ‘Extremadamente cruel, malvado y perverso’, con Zac Efron, Netflix tuvo que compartir un tuit “irónico” recordando que Bundy era un psicópata, y Penn Badgley, protagonista de la serie ‘You’, hizo algo parecido al comprobar la cantidad de fans enamoradas de su personaje.
Alberto y Víctor exponen los mecanismos de la ficción que hacen que esto sea posible. Un aspecto clave es la elección de los actores que dan vida a los asesinos. “Suelen ser hombres atractivos. Pensemos, por ejemplo, en ‘The Fall’ (‘La caza’) o ‘Hannibal’ y luego en ‘True Detective’. En la última tenemos a un asesino que no es bello, en una idea cercana al monstruo sobrenatural, pero porque no es el protagonista”, plantea Hernández-Santaolalla. “Eso puede ser contraproducente. Puede provocar admiración no solo superficial, en el sentido coloquial del enamoramiento del personaje, sino también fascinación en cuanto a imitación, a la aspiración de querer ser como él”.
“Victimizar al villano para poder ponernos en su piel ayuda en el proceso de empatía”
También es importante el factor de la serialidad: no es igual ver una película de dos horas que compartir con un asesino en serie varias temporadas. “El hecho de poder profundizar en cuestiones personales, motivaciones, traumas, victimizar al propio villano para poder ponernos en su piel, y así durante años, ayuda mucho en el proceso de empatía”, señala Alberto. Y lo mismo sucede con las imágenes, lo que Hermida denomina estetización de la violencia. De otra manera, ponerlo bonito. “Esa estrategia de tratar el crimen de ‘Dexter’ o ‘Hannibal’, de mostrar desde el punto de vista de la sublimación estética, de la puesta en escena cuidada hasta el más mínimo detalle incluso con buen gusto, cuando hablamos del crimen más despiadado, lo disfraza todo de forma atractiva”.
Para terminar esta reflexión, preguntamos a los dos investigadores sobre sus series favoritas de asesinos seriales. Y nos sirven para concluir algunos de estos debates: el pasado y el futuro del género, los límites entre la empatía y la frivolidad. Alberto reconoce que la suya es ‘Hannibal’, entre otros elementos porque “es uno de los personajes más complejos y con menor justificación para provocar el grado de fascinación que provoca con todo su despliegue de recursos exquisitos”. Para Víctor es ‘Mindhunter’: “Aunque no tiene como protagonista a un asesino, los que salen me fascinan, porque además el realismo está muy cuidado. Ves entrevistas y luego ves la ficción y te crees que puedes estar ante ellos. Y por ese estudio del comportamiento, de la mente humana”.