La disolución del campo cultural
La disolución del campo cultural
Juan J. Mendoza
El centro de México D.F. es zona de culturas superpuestas, reino privilegiado para la aplicación de la Teoría de la Hibridez que en los años 90 colocó a Néstor García Canclini en el centro de la escena internacional. A la intersección entre lo precolombino y lo colonial, cifrada en el subterráneo Templo Mayor que tiene a la Catedral encima, se agrega el Palacio Nacional, edificio que representa la centralidad del Poder Moderno en México. Y todo eso envuelto por los logos de la globalización: Subway, Sanborns, Café Tacuba. ¿La globalización es una interfaz, el proceso que sintetiza lo precolombino con lo colonial? La hibridez también puede verse en los discursos políticos y televisivos. ¿No es el lector contemporáneo un DJ de fragmentos?: “Las redes han acentuado el pastiche, la hibridación, la mezcla de recursos tomados de fuentes muy diversas: textos, imágenes y sonidos revueltos aparecen para producir otras cosas. Es un procedimiento de acceso múltiple que hacemos saltando hipertextualmente en Internet”.
Sus ideas sobre la Teoría Cultural en los 90 anticiparon las mezclas de la era digital: “Pero lo que me interesa ahora es ver cuando la estratificación de las culturas ya no tiene la nitidez que existía hace treinta años. Antes hablábamos de cultura popular y de cultura de élite. Y la cultura de masas era un mediador entre ambas. Eso sigue existiendo pero la cibercultura ha generado una interacción más dinámica que no permite estratificaciones durables. Eso cambió la estrategia mercadológica de las grandes corporaciones. Antes dirigían ciertos libros, imágenes y narrativas para la clase media y otros para las clases populares. Ahora todo eso está entremezclado. Lo que diferencia algunos mensajes son los modos de acceso y los modos de leerlos”.
Las subjetividades del presente fueron formadas por la cultura libresca, luego colonizadas por la cultura industrial y finalmente recalaron en la cibercultura. ¿Cómo las atraviesa esa estratificación? ¿Los lugares de enunciación y de recepción de discursos son muchos a la vez?: “Me ha interesado estudiar la tensión entre distintas generaciones de productores culturales, de críticos y curadores para diferenciarse en esa interconexión obligada entre imágenes, textos y saberes. Hace algunos años veíamos, cuando estudiamos a los jóvenes creativos en la Ciudad de México, que de los 18 a los 35 años había tres generaciones de productores y usuarios de la música y uno podía distinguir entre los jóvenes ‘más viejos’, de 30 a 35 años, que eran llamados ‘los compilados’ porque todavía les importaban los discos que se compraban físicamente.
A diferencia de la generación siguiente a la que ya no le interesaba editar CDs sino que hacían circular sus composiciones digitalmente. En muy corto tiempo se dan modificaciones de uso que crean nuevas estructuras de diferenciación y distinción social muy lejanas de aquellas de la que hablaba Bourdieu. Él veía en el campo cultural disputas generacionales pero con mayor capacidad de consolidación del poder que tenían los propietarios, los que habían llegado primero al campo y que controlaban la circulación. Esa circulación cayó y aquella noción de campo se ha disuelto. Las empresas transnacionales han ido cerrando o perdiendo dinero, reconvirtiendo su negocio en relación con la circulación digital y con los festivales en vivo. No es sustitución del papel por la pantalla, o del disco por la música digital y la descarga libre. Algo análogo vemos en una investigación que hemos llevado a cabo con los lectores. Mientras que las librerías, que son un lugar de consumo individual, están decayendo, sin desaparecer, al mismo tiempo Amazon está construyendo almacenes físicos. Los pdfs, los blogs, los textos digitalizados expanden su resonancia en la Web.
–Lo que hace que los consumos a través de Internet no produzcan el abandono de los objetos analógicos sino más bien su redistribución…
–Y las tensiones no ocurren sólo entre el papel y la pantalla sino por ejemplo en las ferias del libro, que crecen en asistencia cada año. ¿Y qué pasa en las ferias? Es el lugar donde vemos la lectura como sociabilidad ligada al goce compartido de los textos. De ahí la importancia de los booktubers como invitados que tienen más público que un Premio Nobel. En la Feria de Guadalajara hace dos años dos booktubers, uno chileno y otro mexicano, tuvieron más asistentes que Vargas Llosa.
El lugar de los datos en la estructura. Entre sus últimas investigaciones sobresalen trabajos en equipo realizados en México y en Madrid y que dieron lugar a dos libros: Hacia una antropología de los lectores, 2015; y ¿Cómo leemos en la sociedad digital? Lectores, booktubers y prosumidores, 2017: “Una preocupación en esta ecología de la comunicación es ver cómo se combinan posibilidades de accesos, formas de dependencia y sustracción de información. Tenemos un acceso a contenidos muy diversos en muchas lenguas y en descarga libre. Y al mismo tiempo nos roban información que algorítmicamente relacionan para dirigirnos ofertas. En la disputa electoral encontramos que orientan los mensajes en Facebook o Twitter a aquellos que van a pensar de la misma manera. La capacidad de combinar algoritmos que tienen las máquinas no la posee ningún individuo. Pero la pregunta es ¿qué es lo que puede organizar el algoritmo de la vida social? Los ciudadanos estamos siendo reemplazados por algoritmos, pero a los algoritmos ¿quiénes los manejan?”.
La pregunta recuerda aquel debate que mantuvo el estructuralismo y que puede retomarse en la cibercultura. La discusión entre Lévi-Strauss y Paul Ricoeur: “Lévi-Strauss decía que la estructura captaba todo, y si uno sabía leer la estructura se daba cuenta de que el sujeto estaba condicionado por la estructura. Lévi-Strauss lo hizo de un modo rudimentario, porque él trabajó en el momento alto del estructuralismo cuando apenas comenzaba la computación. Pero la pregunta de cuánto sentido puede captar la estructura –¿puede estar atrapado el sentido dentro de una estructura, y puede esa estructura ser leída científicamente?– le suscitó a Ricoeur la observación de que está bien, la estructura establece el sentido del conjunto de variables que están expresadas dentro de esa estructura, pero ¿quién es el sujeto que va a usar esa estructura?¿También eso debemos subordinarlo a la estructura? ‘¿Cuál es el sentido del sentido?’, decía Ricoeur. Una cosa es el sentido de la estructura y otra cosa es el sentido que generamos al interpretar esa estructura. Incluso la misma estructura puede ser leída de modo diferenciado y contradictorio por sujetos sociales, individuales y colectivos muy diferentes”.
–Después del Mayo del 68 a Lacan lo interpelaba uno de los aforismos que los estudiantes habían grafiteado: “Las estructuras no bajan a la calle”. A propósito de ello, como asistente a una conferencia de Foucault, llegó a decir: “si hay algo que demuestran los acontecimientos de Mayo es precisamente que las estructuras bajan a la calle”. ¿Podría aplicarse esta reflexión de Lacan a propósito de la relación entre datos y estructuras en la era digital?
–La pregunta para mí sería qué les pasa a las estructuras cuando bajan a la calle. Las estructuras no están ausentes en los movimientos disruptivos que trastocan el orden de lo urbano o desestabilizan los poderes institucionales. ¿Qué genera que la gente salga a la calle?
–Las movilizaciones políticas del presente, con sus reprimidos y muertos reales, ¿promueven acaso transformaciones de la estructura o es la estructura misma la que provoca esas movilizaciones? Como si en la gama que va de la construcción del espectáculo político a la posverdad se restituyera, aun con movilizaciones políticas mediante, aquella inexorabilidad del neoliberalismo de los años 90.
–Son preguntas abiertas. Mi impresión es que en la disputa que hay en el pasaje del kirchnerismo a la constitución del Pro como una fuerza nacional, que es muy reciente, estamos en un juego de tensiones en el que no se sabe hasta dónde se puede tirar de la cuerda. Y eso de un lado y de otro. Y no es un juego político sino más bien económico, como lo podemos ver en Brasil y México. Quienes no pensamos que el neoliberalismo sea una fatalidad, y quienes vemos que tiene contradicciones muy graves que no puede resolver, podemos pensar que hay espacio para contrarrestar ese carácter fatalista que el neoliberalismo viene mostrando desde los 80. De hecho esto ha ocurrido en América Latina. En la primera década del siglo XXI hubo algunos gobiernos en los que creció un proceso que contravenía la lógica internacional del neoliberalismo. Y en este momento lo podemos ver levemente en algunos países europeos. Portugal es el país más disidente de la lógica económica impuesta por la Unión Europea. No está en el Brexit, pero está atendiendo las agendas sociales de un modo que no se hace ni en Francia ni en Alemania… Entonces no hay un solo modo de comportarse respecto del neoliberalismo, ni el neoliberalismo tiene resuelto para siempre cómo organizar la sociedad.
Una muralla al sur de México. En el apéndice a La globalización imaginada (1999), en el capítulo “Hacia una antropología de los malentendidos”, García Canclini retomaba la historia de ese lugar de enunciación desde el cual ha erigido su voz: el de los argenmex. Argenmex nombra “la tensión entre dos puntos de enunciación. Siempre hablamos del neoliberalismo o la globalización desde lugares específicos. A mí me condicionó pertenecer a Argentina y México. Efectivamente, fui exiliado entre el 76 y el 83. Y desde el 83 he regresado todos los años a hacer cosas a la Argentina: dar seminarios, conferencias. Entonces he mantenido una relación con el país”.
–¿Pensó en volver?
–Hubo dos momentos en que uno tuvo que decidir si se quedaba en México o si regresaba. Una parte importante de la comunidad “argenmex” comenzó a volver desde el 82 y 83. Yo dudé mucho. Porque había que llevarse a hijos que habían nacido en México y que eran mexicanos. En mi caso hubo otros elementos. El haber trabajado sobre México durante el exilio y el haber hecho trabajo de campo en el país del exilio. Eso arraiga. Otro momento en el que dudé fue en el 89. Alfonsín estuvo aquí un año antes de terminar su mandato. Unos diez “argenmex” nos reunimos con él y le dijimos que había algunas sugerencias para crear condiciones de retorno de científicos argentinos. Él se interesó e impulsó la figura del Investigador Correspondiente en el Extranjero.
Varios fuimos en nuestro siguiente viaje con la mitad de la valija llena de publicaciones para inscribirnos a la Carrera de Investigador de Conicet. A mí me pareció una medida muy inteligente. Pero llegó Menem y eliminó ese programa. Entonces esa fantasía fue muy corta. No hay relaciones bien estructuradas y durables. Hay investigadores y equipos que mantienen una interacción frecuente pero no se trata de relaciones más allá de las inquietudes que mantenemos quienes las animamos. Creo que se podría hacer mucho más. Han crecido redes de museos, redes de instituciones privadas; pero muy poco entre Conicet y Conacyt, por ejemplo. Y en los países latinoamericanos, en Argentina y en Brasil gravemente, hay una reducción de los presupuestos científicos y culturales, con una falta de visión geopolítica grave en todos los casos. En EE.UU., donde sabemos los efectos devastadores que está teniendo la política de Trump contra las comunidades latinas, sin embargo hay instituciones fuertes que están promoviendo el intercambio científico. Mientras en EE.UU. hay una conciencia mayor de la importancia de la relación de las artes y la cultura latinoamericana y española, en España y en los países latinoamericanos hay una pérdida de claridad sobre cómo se está reorganizando la geopolítica y sobre la potencialidad global que tiene Iberoamérica en ese contexto.