Hoy no siento deseos,
no de escribir,
no de conversar,
no de soñar.
Hoy no siento deseos,
no de vivir,
no de reír,
no de llorar.
Hoy no siento deseos
de ver el mundo rojo,
de oler la guerra,
de sentir inseguridad.
Hoy amanecí con deseos
de ver un sol sin sombras,
de escuchar las risas,
de sentarme a contemplar.
Hoy, como cualquier día de la vida,
amanecí con esperanza
de que los hombres pueden cambiar
hacia esos caminos de hermandad.