José Carlos Botto Cayo
Hubo un tiempo
en esos terrales de sueños,
donde sembrábamos anhelos
y el cielo escuchaba en silencio.
Las palabras tocaban la tierra
como brisa que roza la tarde,
y los versos corrían ligeros
por caminos que pierden el nombre.
Eran días tejidos de sueños,
de un murmullo que nunca se extingue,
aunque el mundo dejara cenizas
en esos muros sin hombres.
Nos quedamos atrás, en penumbra,
como huellas que nadie reclama,
y el poema, que alivia y nos nombra,
es un fuego que lejos se apaga.
Aún el viento murmura los ecos
de un país que se oculta en la bruma,
donde el alma, paciente y callada,
guarda luz en las viejas murallas.