La bruja de Váhala

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La bruja de Váhala

En un tiempo extraviado entre sombras y ceniza, nació una criatura marcada por el eclipse y el fuego. No conoció cuna ni sosiego. Fue entregada a los gitanos del borde del averno, quienes la iniciaron en lenguas perdidas y le enseñaron a ver más allá del velo de la muerte. Entre danzas malditas y símbolos ancestrales, la niña creció envuelta en sortilegios, ajena al mundo de los hombres, predestinada a ser leyenda.

Su piel, ennegrecida por la maldición de los soles caídos, erraba desnuda por parajes donde el dolor florecía como hierba ardiente. Caminaba entre osamentas y llamas, cruzando los dominios del tormento con una calma que helaba la sangre. A su paso, el aire se tornaba denso, la tierra crepitaba, y hasta las sombras retrocedían ante el fulgor de su aura incandescente.

Era sirviente del dios oscuro Vahal, y ejecutaba sus designios con fervor sagrado. Cada uno de sus pasos era un ritual. Las lenguas de fuego cubrían su andar como un manto viviente, y de sus manos brotaban garras de plata, fundidas con el sufrimiento de sus víctimas. Sus ojos, vacíos y brillantes, eran espejos de la condena eterna.

Arrancaba corazones como quien recoge frutos prohibidos. No por odio, sino por rito. Cada órgano palpitante era sembrado en el altar de Vahal, como semilla de un bosque maldito. Con ellos invocaba conjuros, profanaba ceremonias ajenas y burlaba la lógica de la muerte. Su risa resonaba como un presagio. Su presencia, como una llama que nunca muere.

José Carlos Botto Cayo

Caminas desnuda,
piel negra como el sol,
desgastada por las miserias
en este infierno.

Cubres tu paso con fuego,
destrozando a tus víctimas,
bruja del norte,
sirviente de Vahal.

Tomas los cuerpos,
arrancando el corazón,
usando tus garras de plata
forjadas en tus víctimas.

Lágrimas negras
corren por tus venas,
manantiales de sufrimiento
en este, tu karma eterno.

Sirviente de Vahal,
¿cuántas muertes más?
¿Cuántos corazones destrozados
en tu hirviente caminar?

Naciste en el tiempo del silencio,
hija de la luna eclipsada,
educada por gitanos
en las cimas del averno.

Bruja negra del norte,
escondes tu corazón
en las víctimas silenciosas
que desgarras con tus manos,
burlándote de los rituales ajenos.

– botto –