La Curiosa Historia de Beber Café del Platillo
La Curiosa Historia de Beber Café del Platillo
José Carlos Botto Cayo
En la actualidad, la idea de beber café directamente del platillo puede parecer extraña o incluso de mala educación. Sin embargo, esta práctica, hoy casi olvidada, tiene raíces históricas fascinantes que se remontan varios siglos atrás, revelando mucho sobre las costumbres sociales y las necesidades prácticas de nuestros antepasados. Lo que ahora consideramos una excentricidad fue una vez una práctica común y aceptada en muchas partes del mundo.
Durante los siglos XVIII y XIX, era habitual ver a personas de distintas clases sociales disfrutando de su café de una manera que hoy nos resultaría peculiar: vertiendo una pequeña cantidad en el platillo que acompañaba la taza. Esta costumbre, lejos de ser un mero capricho, respondía a razones prácticas y de etiqueta social que vale la pena explorar para entender mejor la evolución de nuestras costumbres cotidianas. La historia de esta práctica nos ofrece una ventana fascinante a un mundo donde las convenciones sociales y las soluciones prácticas se entrelazaban de maneras sorprendentes.
Orígenes y Razones Prácticas
La principal motivación para beber café del platillo era el enfriamiento rápido de la bebida. En una época donde se servía el café a temperaturas muy elevadas, verter un poco en el platillo permitía que se enfriara más rápidamente. Los comensales podían soplar suavemente sobre el líquido en el platillo y luego sorberlo sin riesgo de quemaduras. Esta práctica era especialmente útil en un tiempo en que las tazas eran a menudo gruesas y retenían el calor por más tiempo, haciendo que el café permaneciera demasiado caliente para beber cómodamente durante largos períodos.
Esta técnica tenía beneficios adicionales más allá del simple enfriamiento. Mantener parte del café en la taza mientras se bebía del platillo ayudaba a conservar el calor del resto de la bebida, permitiendo disfrutar de una experiencia prolongada sin que el café se enfriara demasiado. También reducía el riesgo de mancharse la ropa con gotas de café al beber directamente de la taza, un detalle no menor en una época donde las prendas eran costosas y difíciles de limpiar. En un tiempo donde la limpieza en seco no existía y los métodos de lavado eran más rudimentarios, evitar manchas era una preocupación constante.
Además, beber del platillo permitía apreciar mejor el aroma y sabor del café. Al extender una pequeña cantidad de líquido en una superficie más amplia, los bebedores podían experimentar más plenamente las sutilezas de la bebida, una consideración importante para los aficionados al café de la época. Esta práctica se asemejaba en cierto modo a la técnica moderna de cata de café, donde los expertos suelen “sorber” el café para distribuirlo por toda la boca y apreciar mejor sus matices.
Implicaciones Sociales y Culturales
Curiosamente, en ciertos círculos sociales europeos, esta práctica llegó a considerarse una muestra de refinamiento. Beber del platillo se veía como una forma elegante de degustar el café, y en algunos casos, se asociaba con un estatus social elevado o con un conocimiento sofisticado de las costumbres del café. En salones y cafés de ciudades como París, Viena o Londres, la manera en que uno bebía su café podía ser tan importante como la conversación que se mantenía.
Sin embargo, como muchas prácticas sociales, la aceptación de beber del platillo variaba según la región y el contexto. En algunos lugares, era una práctica común en todos los estratos sociales, desde la nobleza hasta los trabajadores, mientras que en otros, podía ser visto como un hábito más asociado con las clases trabajadoras o rurales. Esta variación reflejaba las complejas dinámicas sociales de la época y cómo las costumbres podían interpretarse de manera diferente según el contexto.
La práctica también reflejaba las diferencias en la producción y el consumo de café en diferentes partes del mundo. En regiones donde el café se servía tradicionalmente muy caliente, como en el Medio Oriente, variaciones de esta costumbre persistieron durante más tiempo. En Turquía, por ejemplo, era común verter un poco de café en el platillo no solo para enfriarlo, sino también para distribuir los posos del café turco, que se prepara sin filtrar.
Evolución y Adaptaciones
A medida que la práctica se extendía, surgieron adaptaciones interesantes. En algunas regiones, se desarrollaron platillos especiales, más profundos y con bordes elevados, diseñados específicamente para beber. Estos “platillos para sorber” eran una respuesta directa a la popularidad de esta costumbre y demostraban cómo las prácticas culturales podían influir incluso en el diseño de los utensilios cotidianos.
En América, donde el café se popularizó más tarde que en Europa, la práctica de beber del platillo también encontró seguidores. En las zonas fronterizas y rurales de Estados Unidos, por ejemplo, era común ver a vaqueros y colonos enfriando su café en el platillo antes de beberlo. Esta adaptación práctica a las condiciones de vida en la frontera ilustra cómo las costumbres pueden traspasar fronteras y adaptarse a nuevos contextos.
Interesantemente, la práctica no se limitaba solo al café. En algunas culturas, se extendió al té y otras bebidas calientes. En Rusia, por ejemplo, era común ver a la gente bebiendo té del platillo, especialmente cuando se servía en vasos de cristal muy calientes. Esta versatilidad demuestra cómo una solución práctica puede transcender su uso original y convertirse en una costumbre cultural más amplia.
Declive y Factores de Cambio
Con el paso del tiempo, los avances en la fabricación de tazas y los cambios en las normas sociales fueron relegando esta práctica al olvido. Las tazas se diseñaron con materiales y formas que permitían un enfriamiento más rápido y un agarre más cómodo, reduciendo la necesidad de usar el platillo para enfriar el café. La introducción de nuevos materiales como la porcelana fina y posteriormente el vidrio resistente al calor, cambió la experiencia de beber café.
Las preocupaciones por la higiene también jugaron un papel importante en el declive de esta costumbre. A medida que aumentaba la conciencia sobre la propagación de enfermedades a finales del siglo XIX y principios del XX, beber de una superficie plana como un platillo comenzó a verse como menos higiénico que beber directamente de una taza. Los avances en la microbiología y la creciente comprensión de la transmisión de gérmenes influyeron en las percepciones públicas sobre las prácticas alimentarias.
Además, la aparición de nuevas formas de servir y consumir café cambió la dinámica de cómo se disfrutaba esta bebida. La invención del espresso en Italia a principios del siglo XX introdujo una nueva forma de beber café, más rápida y concentrada. Las bebidas de café frío y las variaciones como el café con leche también ganaron popularidad, ofreciendo alternativas que no requerían enfriamiento. La cultura del café evolucionó hacia experiencias más rápidas y personalizadas, alejándose de las prácticas más ceremoniosas del pasado.
Persistencia y Memoria Cultural
A pesar de su declive general, la práctica de beber café del platillo no desapareció completamente. En algunas regiones rurales y entre las generaciones mayores, la costumbre persistió como un recordatorio de tiempos pasados. En ciertas partes de Europa del Este y Rusia, por ejemplo, se podía observar esta práctica hasta bien entrado el siglo XX, especialmente en áreas donde las tradiciones se mantenían con más fuerza.
En el ámbito de la recreación histórica y los museos vivos, la práctica de beber café del platillo ha encontrado un nuevo propósito. Se utiliza como una forma de ilustrar las costumbres sociales de épocas pasadas, ofreciendo a los visitantes una experiencia tangible de cómo vivían sus antepasados. Estas recreaciones sirven como un recordatorio viviente de cómo han cambiado nuestras costumbres cotidianas.
La persistencia de esta práctica en la memoria cultural se refleja también en la literatura y el arte. Referencias a la costumbre de beber del platillo aparecen en novelas históricas, pinturas de época y incluso en algunas obras de teatro ambientadas en los siglos XVIII y XIX. Estos vestigios culturales ayudan a mantener viva la memoria de una práctica que alguna vez fue común y aceptada.