Rage Against The Machine: el día que el rock comunista cerró la bolsa de Nueva York
Rage Against The Machine: el día que el rock comunista cerró la bolsa de Nueva York
l efecto 2000 llegó a Wall Street por donde nadie lo vio venir. El 26 de enero de aquel año Rage Against The Machine acudió al corazón de la maquinaria que les daba nombre para grabar su nuevo videoclip. No tenían permiso para hacer ruido ni salir de las escaleras del Federal Hall, así que incumplieron ambas. “Pase lo que pase, no dejéis de tocar”, les avisó Michael Moore, director del rodaje. Acabó detenido mientras gritaba: “¡Tomad la bolsa de Nueva York!”. Y así fue.
Zack de la Rocha, Tom Morello, Tim Commerford y Brad Wilk salieron corriendo hacia la bolsa de Nueva York, acompañados de decenas de fans. Consiguieron pasar el primer control de puertas, pero no el segundo: el personal de seguridad ya había bajado las verjas. “A las 2:52pm, en mitad de la jornada de inversiones, la bolsa de Nueva York fue obligada a cerrar sus puertas. Ningún dinero fue herido”, se cachondearon en el fotograma final.
Pese a su épica, el vídeo de Sleep Now in the Fire no se llevó el premio de la MTV, que fue para Limp Bizkit. Commeford, el bajista, boicoteó la entrega escalando varios metros sobre el decorado de la gala. Ya en 2015 pidió dos disculpas. La primera, por no haberlo destrozado. La segunda, “por haber influenciado a esa mierda de grupo“.
Ahora, cuando se cumple el veinte aniversario de aquello —el mismo tiempo que llevan sin entregar nuevas canciones—, la banda ha anunciado que regresa a los escenarios. Su carrera no fue prolongada, pero sí intensa e influyente. Y es que en aquella época Rage Against The Machine arrasaba allá por dónde pasaba. En el amplio sentido del término.
Criados entre el hardcore y Harvard
La banda se había formado en 1990, después de que De La Rocha hiciera sus primeros pinitos en el grupo de hardcore Inside Out, que tenían una canción llamada, justamente, ‘Rage Against The Machine’. Por contra, en la vida de Tom Morello nada hacía presagiar que se convertiría en uno de los guitarristas más laureados del mundo. “Las imágenes que colgaban de las paredes de Mary Morello no eran las de John Lennon, sino las de Lenin”, rememoraba sobre su infancia. Se graduó en Ciencias Políticas por la Universidad de Harvard y trabajó para el senador demócrata Alan Craston, donde dijo ver “cómo los principios básicos se pierden en la carrera adulatoria hacia el poder”.
Las primeras composiciones de la banda fueron cañonazos como ‘Killing in the Name’, ‘Know Your Enemy’, ‘Bullet in the Head’ o ‘Freedom’
Después se mudó a Los Ángeles para hacerse un hueco en el mundo del rock, tarea que compaginaba con su trabajo como stripper. En esas dio con De la Rocha, Commerford y Wilk. No tardaron en grabar una maqueta que vendió 5.000 copias y les llevó a firmar por Epic Records, filial de Sony. Su álbum debut estaría formado en su mayoría por canciones de la demo. Sí, las primeras composiciones de la banda fueron cañonazos como ‘Killing in the Name’, ‘Know Your Enemy’, ‘Bullet in the Head’ o ‘Freedom’.
‘Rage Against The Machine’ (1992) salió a la venta el mismo día que Bill Clinton ganó las elecciones a George Bush, con la icónica fotografía de la inmolación del monje budista Thích Quang Dúc como portada. Así se convirtieron en “el primer grupo cuya simbiosis entre rap y rock dejaba de ser una excepción para asentarse como la base de su sonido”, apunta el crítico musical Dorian Lynskey en ‘33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta’ (Malpaso, 2015). Con permiso de los Beastie Boys, claro. En España también pegaron fuerte. “Había garitos en los que al cabo de una noche se podían escuchar todas las canciones del primer disco”, rememora Jota Martínez Galiana, autor de ‘Rage Against The Machine: Furia contra el sistema’ (La Máscara, 1998), en conversación con El Confidencial: “Killing in the Name sigue siendo la hecatombe. Hasta en una sesión de techno la gente se vuelve loca”.
“Ningún sampler fue usado en este disco”
En el cóctel musical de Rage Against The Machine había de todo. Por un lado, el hardcore norteamericano de los 80, que lograron llevarse a su terreno en una época en la que las guitarras atronadoras estaban de moda. “El mundo estaba preparado para eso, igual que hoy mucha música latina lo tiene más fácil porque se lleva ese sonido”, ejemplifica el escritor.
“Si Kurt Cobain abrió la puerta para lo alternativo, ellos añadieron el rap. Mezclaron flow y hardcore, y entramos todos a muerte con aquello”, añade David Álvarez García, profesor universitario y director del documental ‘Lo que hicimos fue secreto’, sobre el punk en España. “Hoy en día es una mezcla muy admirada, pero entonces eran territorios muy distantes”, sugiere este profesor, que explica que “en España ayudó a conectar esas dos escenas”. Ahí están los casos de Hamlet, Habeas Corpus o Sugarless, que también vuelven a los escenarios en 2020. O Negu Gorriak, de los hermanos Muguruzau, con mestizaje más amplio y línea política más dura.
Pero había algo más que ponía tierra de por medio con todo lo que se había escuchado antes. “Ningún sampler, teclado o sintetizador han sido usados durante la grabación de este disco”, decían en el librillo del primer disco. Para aquellos no familiarizados con la banda: todos los ruidos que parecen obra de un DJ salen de la guitarra de Tom Morello, que llevó los efectos a otra dimensión.
“El virtuosismo estaba vinculado a guitarristas como Yngwie Malmsteen o Steve Vai, pero él abre la posibilidad de no buscar tanto una experiencia técnica sino creativa, más allá del típico solo”, explica Álvarez, que pone en valor que “entonces había bandas muy vanguardistas, como Shellac o Swans, pero él consigue llegar al gran público”.
Piquetes de ida y vuelta
La politización del grupo iba más allá de lanzar soflamas en sus letras: estaban comprometidos en causas como la Liga Antinazi, Rock for Choice, las luchas anticoloniales o sindicales. Incluso organizaron una campaña contra los talleres clandestinos de Guess, donde Morello fue detenido por participar en un piquete. De la Rocha aprovechaba los descansos entre giras para viajar a México a implicarse en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). También se volcaron en campañas por la libertad de Leonard Peltier y Mumia Abu-Jamal, encarcelados por juicios con demasiadas dudas de forma y fondo. Así que los piquetes también eran de vuelta: los sindicatos policiales organizaban boicots en sus conciertos.
Los piquetes también eran de vuelta: los sindicatos policiales organizaban boicots en sus conciertos
Tampoco no tenían reparo en montarla en grandes eventos. En el Lollapalooza de 1993 De la Rocha se quedó sin voz y, ya que no podían tocar, aprovecharon para protestar contra el Parents Music Resource Center (PMRC), que presionaba para imponer las etiquetas ‘Parental Advisory’ en todo lo que no les gustaba, que era casi todo. Los cuatro componentes salieron desnudos —con una letra tatuada en el pecho, formando las siglas PMRC— al escenario, donde permanecieron inmóviles durante un cuarto de hora.
Tras aquella gira, regresaron con Evil Empire (1996), que devolvía a EEUU la denominación que dio Ronald Reagan a la Unión Soviética. Fueron a presentarlo a Saturday Night Live el día que entrevistaban al multimillonario Steve Forbes, que entonces se postulaba para presidente. Colocaron banderas norteamericanas boca abajo para “demostrar que la democracia se invierte cuando la única opción es entre los representantes ricos de las clases privilegiadas”, explicó Morello. Les obligaron a retirarlas, pero cuando quedaban segundos para que entraran en directo, las volvieron a desplegar. Los técnicos del programa consiguieron taparlas a tiempo. Fueron expulsados del edificio. “Comparado con todo lo que teníamos en mente, nos deberían haber dado las gracias por solo haber hecho eso”, apuntó el guitarrista tiempo después.
También fue sonado su paso por Woodstock ‘99, donde acabaron la actuación con Commerford prendiendo fuego a la bandera norteamericana que había sobre su amplificador mientras De la Rocha gritaba diecisiete veces el mítico “Fuck you, I won’t do what you tell me”. En esas llegó The Battle of Los Angeles (1999), que salió días antes de que tuviera lugar la llamada batalla de Seattle, donde decenas de miles de manifestantes acudieron a la contracumbre de la Organización Mundial del Comercio, en lo que fue una de las mayores protestas que se habían visto en EEUU en años.
Para David Álvarez, este rol de Rage Against The Machine “conecta las luchas contraculturales de los 60 con las luchas antiglobalización de los 90”. Quizá el episodio más paradigmático sea el concierto-protesta que organizaron a las puertas de la Convención Demócrata, que de algún modo recordaba a los disturbios de 1968 en el mismo evento. En aquellos días, los Rolling Stones publicaron ‘Street Fighting Man’, single que fue versionado, justamente, por los californianos.
“Las cuestiones que planteaban estaban muy presentes en los grupos que salían de centros sociales de los 90”, subraya Álvarez, que rememora que “fue un grupo muy generacional, de repente veías sus camisetas en gente que ni siquiera era de izquierdas“. A modo de anécdota: entre los fans de Rage Against The Machine se encuentra Percival Manglano, mano derecha de Esperanza Aguirre durante años.
¿Hipocresía o pragmatismo?
Seguramente, parte de los lectores de este reportaje estén cuestionando la coherencia de la banda desde hace unos cuántos párrafos. Eso mismo les pasó a ellos. A finales del 2000, De La Rocha anunció su marcha por diferencias creativas, pero también por la deriva del grupo, ya instalado en el mainstream. El resto montaron la superbanda Audioslave junto a Chris Cornell, de Soundgarden. “Nuestras palabras debían venir respaldadas por nuestras acciones porque estamos lidiando con esta colosal y monstruosa cultura pop que absorbe todo aquello que resulta culturalmente resistente a fin de mercantilizarlo, aplacarlo y desactivarlo”, defendía el cantante.
Morello, más pragmático, veía “potencial para comunicarnos con una audiencia global”. “Tratamos de hallar el modo de equilibrar el hecho de ser una banda de rock al tiempo que una fuerza activista. Si tu prioridad es cambiar el mundo, tienes que imaginarte el mejor modo de hacerlo”, expresaba. Aunque la banda ya había tocado en macroeventos, su vuelta en 2007 levantó suspicacias. El primer concierto fue en Coachella, el festival más pijo del mundo (unos 400 euros la entrada más barata). Probablemente, el que mejor simboliza la mercantilización que denunciaba De la Rocha: la actuaciones del cartel se repiten de forma idéntica durante dos fines de semana consecutivos.
Allí dio uno de sus discursos más polémicos, sugiriendo que “si se aplicaran las mismas leyes a los presidentes estadounidenses que a los nazis tras la II Guerra Mundial, todos y cada uno de ellos habría sido colgados y fusilados”. Luego habló de que el capitalismo es un sistema “podrido que tenemos que derribar”. Un discurso un poco raro en ese ambiente. Visto de otro modo, la frase tenía todo el sentido, claro. En aquella gira pasaron por buena parte de los macrofestivales de todo el mundo. Fue el caso de Rock In Rio Madrid en 2010. La perplejidad se extendió entre los asistentes cuando la cuenta atrás del concierto acabó con el logo de Movistar, que se fundía con la estrella roja de la escenografía. “Me cabreó que tocaran allí y no quise ir”, recuerda David Álvarez.
Martínez Galiana sí estuvo en la reunión, cuando un par de años antes actuaron en el Electric Weekend de Getafe. “Salieron vestidos de naranja, en protesta por los presos de Guantánamo, mientras sonaba La Internacional. Que un grupo que no se sabe cuánto ha cobrado por reunirse se presente así, a mucha gente la rechina”, recuerda, aunque matiza que “es un asunto complicado porque todo forma parte del espectáculo: la banda no se entiende sin eso”. “No tenían la credibilidad de La Polla Records, Soziedad Alkoholika o Barricada”, pone como ejemplo para recordar que “los años 90 fueron un punto de mucho descreimiento, más allá de ciertos ámbitos”: “Mientras muchos hablaban de traumas o drogas, que un grupo que se saliera de esa dinámica para tratar temas políticos, incomodaba mucho y te exponía a que dijeran que lo hacías para vender”. “Puedes llevar una máscara hasta cierto punto, pero en su música hay mucho corazón, tripa y cerebro”, defiende.
“Una cosa es vivir de tu trabajo y ya otra participar en macroeventos que tratan la música en directo como una mercancía
A juicio de Álvarez, “es un debate que no lleva a ninguna parte porque se basa en la idea de la autenticidad”. “Vives en un entorno capitalista en el que tienes que trabajar para vivir, aunque en tu militancia seas muy consecuente”, argumenta. No obstante, sí considera que rechina cierto grado de contradicciones, pues “una cosa es vivir de tu trabajo y ya otra participar en macroeventos que tratan la música en directo como una mercancía y que, al final, se la están cargando”. Aún así, “estás entrando en una industria en la que, cuando te vuelves tan grande, es muy difícil escapar de esas dinámicas”. En esos años, por cierto, se dio la gran batalla entre Pearl Jam y Ticketmaster, que acabó en la derrota sin paliativos de los primeros.
De cualquier modo, avisa de que “no te puedes quedar en la nostalgia, que es el problema del rock a día de hoy: se vuelve a grupos de hace 30 años que tienen estas contradicciones”. “Hay que buscar cosas nuevas, porque al final se convierten en productos consumo”, cierra. Lynskey, por su parte, lamenta “la impaciencia de la audiencia ante cualquier músico que aspire a algo más que al mero entretenimiento”. “No es solo que la gente haya perdido la fe en cualquier artista que se plantee cambiar las cosas, es que recelan del mero intento”, critica.
Tras varios vaciles sobre si sacarían o no nuevo material, la banda dejó de dar conciertos en 2011. Morello, Commenford y Wilk montaron Prophets of Rage con Chuck D (Public Enemy) y B-Real y DJ Lord (Cypress Hill), que ya ha anunciado su disolución. Lo único que se sabe ahora es que darán cinco conciertos, sin muchos más detalles.
Fueron promocionados con una imagen de las protestas de Chile, con la ciudad de Santiago en llamas como fondo. Dos de estas actuaciones se repetirán en el mismo lugar. De nuevo, en Coachella.