El tío Johnny y yo

Botto Cayo > Televisión > El tío Johnny y yo

El tío Johnny y yo

Alfredo Gildemeister

Cuando era niño, uno de mis programas favoritos era el del Tío Johnny. Sin embargo, en esa época –y ahora también- no entendía cómo funcionaba un aparato de TV, en blanco y negro, así como que tanta gente “entrara y actuara” en una caja tan pequeña. La verdad para que para un niño de pocos años de edad, la TV era un motivo de confusión y de raye total. Todos los días veía al Tío Johnny a eso de las 6pm. y mi madre me contaba que cuando era casi un bebe, bastaba que el tío empezara a despedirse hasta el día siguiente y tomara su leche, para que comenzara a llorar desconsoladamente. Tendría unos cinco años de edad cuando en una navidad, alguien me regaló el “long play” del Tío Johnny. Era un disco conteniendo las mejores canciones de sus programas como: La Sra. Vaca, piano alemán, los cochinitos, mi abuelita (todo un dramón, la recuerdo perfectamente), las vocales, el niño no quiere su leche y el ropavejero, entre otras. Todos los días mi madre nos ponía el disco con las canciones. Un buen día le dije a mi abuela que quería ir a ver al Tío Johnny en persona y ver como se hacía su programa. Mi abuela María me hizo caso y me llevó al set del Canal 4 –donde trabajaba en aquellos años el Tío Johnny- y me sentó en una butaca del Estudio de TV. Allí había varias filas de butacas y luego un escenario en donde estaba montado: “En esta parte del camino…”, esto es, la escenografía en donde trabajaba el Tío Johnny.

A los pocos minutos observé que el director de cámaras llamaba a escena y en eso, en el escenario. apareció en persona ¡El Tío Johnny! Primera sorpresa: ¡Su saco era de rayas amarillas con negras! En mi TV eran negras y blancas. ¡Vaya combinación! Su sarita era de paja a la antigua con una cinta negra, pero, lo que más me sorprendió fue cuando se sacó la sarita para que lo maquillaran un poco: ¡Tenía una prominente calva y prácticamente sólo tenía cabello por los costados y detrás! Claro, en su programa en la TV nunca se quitaba la sarita. Además, su cabello era medio rojizo y en la TV se le veía negro. Su corbata micho sí era negra, menos mal. Vaya sorpresas que te daba la cruda realidad. Cuando ya todos estaban en el escenario, comenzó el “programa” pues todo era en vivo: los diálogos con los niños que lo visitaban “en esa parte del camino” –dicho sea de paso, nunca supe de qué camino de marras se trataba- y allí mismo comenzó a cantar sobre la Señora Vaca –que igualmente, nunca apareció en escena ni nunca fue conocida por el público fanático del tío. Pero aún había algo que me intrigaba: ¿Cómo pasarían los comerciales que se ven en la TV? Para mi sorpresa, algunos comerciales se hicieron en vivo en el momento. Comerciales de Inca Kola, Oeschle, Sears, Kolynos y Colchones Paraíso. Algunos comerciales los tenían gravados y se veían por los dos monitores que colgaban a ambos lados del escenario. Cabe indicar que luego continuó el programa y todas las canciones el Tío Johnny las cantaba éste en vivo, acompañado de un conjunto de músicos liderado por el popular Tito Chicoma, en la trompeta por supuesto.

Finalmente, luego de organizar varios concursos y juegos con los niños, llegaba la hora de tomar la leche. Le traían un vaso de vidrio transparente con leche hasta el tope. Personalmente a mí no me atraía nadita esa leche pues yo veía que ni siquiera le ponía algo de azúcar o un poco de Milo, Nescao u Ovaltine por último. ¿Estaría fría o caliente, tendría nata flotando? ¡Huácala! Simplemente se la tomaba solita en un par de tirones. Cada vez que tomaba la leche y paraba unos segundos, le tocaban una música típica en la que la trompeta – a veces con sordina- emitía unos sonidos típicos medio graciosos y el tío movía los ojos de un lado a otro como indicando que le encantaba esa leche. Yo no sé si a los demás niños les gustaba o no la leche pero, al menos a mí, esa leche no me provocaba para nada. Luego se despedía de todos y terminaba el programa, desapareciendo o haciendo mutis por un costado. Nunca olvidaré su programa. Los años que duró el programa, siempre lo pude ver hasta que por extrañas razones –me dijeron que por el gobierno militar y no sé qué tonterías de los militares- el tío dejó de hacer su programa y se fue del Perú a mediados de los setenta.

Años más tarde, en 1981 el Tío Johnny ¡Volvió a la TV! Pero claro, yo ya tenía 21 años, no era el crio de antes obviamente y ya no era lo mismo. Al menos yo ya prefería una chelita helada a un vaso de leche. El programa del Tío Johnny se transmití,a pero ya no con el mismo éxito de antes. También estaba ya en las pantallas Yola Polastri en el mismo canal. Había pues más competencia. El programa duró dos años, hasta 1983. Lamentablemente por la enfermedad del Parkinson se vio obligado a dejar la TV. Años después me enteré que el verdadero nombre del Tío Johnny era Juan (Johnny) Salim Facuse – hermano del famoso Antonio Salim “Roncayulo”, el “Jefecito” de Risas y Salsa-. El Tío Johnny falleció un 11 de marzo de 1997 a los 61 años.

Definitivamente eran otros tiempos y otra TV. Para los niños y jóvenes mucho más sana, decente, sin doble sentido ni morbo o sadismo. No me imagino al Tío Johnny dirigiendo un programa basura como “Combate” o “Esto es Guerra”, con juegos en donde la sana diversión es reemplazada por acciones llenas de erotismo, sensualidad, relaciones de parejas tipo “reality shows”, etc. a efectos de despertar en niños y no tan niños, todo el morbo y eros posible, pero de educación, cultura y sano entretenimiento, absolutamente nada. El Tío Johnny fue uno de los grandes de la época de oro de la TV peruana al lado de Pablo de Madalengoitia, Arturo Pomar, Alfonso Tealdo, Humberto Martínez Morosini, Rodolfo y Ramón Rey (Cachirulo y Copetón), Humberto Vílchez Vera, Kiko Ledgard y tantos maestros de la comicidad, concursos, cultura, noticieros, análisis político, etc.

Vayan estas líneas en homenaje y agradecimiento a Juan Salím, el recordado Tío Johnny, por su excelente programa que durante años y que nos brindó tantos momentos gratos e inolvidables, dejando en tantas niñas y niños que, como yo -y gracias a Dios y a mis padres- tuvimos una verdadera niñez que supimos disfrutar como Dios manda… hasta pronto Tío Johnny… hasta que nos volvamos a encontrar “en esta parte del camino”… o en otro camino…