Tool y el concepto del rock total

Tool y el concepto del rock total
Pasa algo raro con Tool; su sonido es tan inclasificable que cuando aparecieron, en 1992, en el auge del rock alternativo (la contraposición dialéctica al heavy metal), los críticos los describían como metal-alternativo, un oxímoron que demuestra lo imposible de catalogarlos. Si a eso se agrega que apenas tienen cinco álbumes, el más reciente publicado el viernes, y que cada espera por un nuevo material crea un interés inusitado, entonces están al nivel de la leyenda. Tool, más que metal alternativo, es rock total.
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Tool marcó dos hitos con la publicación de este quinto disco, titulado ‘Fear Inoculum’. El primero es que termina una larguísima racha sin publicar material nuevo. 13 años tuvieron que pasar para que esta placa viera la luz, desde su última producción, luego de una millonaria batalla legal con su compañía de seguros. Y segundo: finalmente en agosto del 2019 cargaron todo su catálogo musical en las plataformas de transmisión en línea. Algo que era impensable, ya que en múltiples declaraciones los miembros de la banda lo habían dejado muy claro: Tool es una banda de discos, no de ‘streaming’.
Abrir un disco de Tool es una verdadera experiencia. ‘Lateralus’ (2002), ‘10,000 Day’s (2006, Grammy por mejor arte gráfico) y ‘Fear Inoculum’ (2019) traen complejos sistemas 3D y de láminas superpuestas que son verdaderas joyas para sus seguidores. Por eso el grupo descartaba entrar al ‘streaming’, porque su rock está ligado al arte visual. Adam Jones, el guitarrista, trabajó en la industria del cine en Hollywood, en efectos especiales, en cintas como ‘Jurassic Park’, ‘Predator 2’, ‘Batman Returns’ y ‘El Joven Manos de Tijera’. De ahí que cada disco tenga una temática conceptual, porque Jones está involucrado en el proceso de diseño gráfico.
Hubo una época en la que no se tomaba en serio a las plataformas digitales de transmisión musical, como Spotify. Artistas del calibre de The Beatles, Led Zeppelin o Radiohead se opusieron ferozmente a entrar a ellas. Poco a poco han ido cediendo. Con la entrada de Tool, la última gran banda que rehuía del ‘streaming’, el mundo de la transmisión digital de música queda plenamente afincado. No hay vuelta atrás.
Sincretismo Occidente-Oriente
Algo destacado en la trayectoria de Tool es que cada trabajo musical ha marcado un hito. No le pasa como a otros grupos, cuyos seguidores prefieren los primeros discos. Pearl Jam, por ejemplo, que son sus contemporáneos, tuvieron sus mayores años de gloria hasta mediados de los años 90, y sus seguidores no pueden superar esa etapa.
Los fanáticos de Tool, en cambio, sueñan con nuevo material. La primera etapa del grupo los mostró como una banda de metal, aunque, para diferenciarse de las bandas promedio de heavy, coloreaban sus paisajes musicales con acentos exóticos. Esa primera etapa duró entre la salida de su EP debut, ‘Opiate’ (1992), y los larga duración ‘Undertow’ (1993) y ‘Ænima’ (1996). Esos discos son un tsunami, con dejos estructurales de King Crimson; por ahí hay zonas oscuras a lo Black Sabbath y también unos guiños al thrash de Metallica.
A partir de ‘Lateralus’ (2001) hay un parteaguas: a todas sus influencias se suma la sabiduría espiritual de Ravi Shankar. Desde ‘Lateralus’, en esa amalgama de música occidental de guitarras con distorsión, bajos comprimidos y tambores abrasivos se cuelan las estructuras rítmicas de las ragas de la India. Así, Tool se convierte en una banda que hace música oriental con instrumentos contemporáneos de Occidente, a lo que agregan misticismo (dato curioso, para quien lo quiera ver así: un ojo que todo lo ve está en cada disco).
La inclusión de temática mística en los discos de esta banda no es parte de una moda. Danny Carey (en el puesto número 26 de los mejores bateristas del planeta, según Rolling Stone) dice que su primer acercamiento a este mundo fue cuando era niño y vio a su padre vestirse con unos delantales extraños, pero “cool”. Era la vestimenta de un masón libre y aceptado, utilizada para sus tenidas. Desde ahí -dice- se metió a fondo en ese mundo de signos, redes y ojos. Prueba de eso son sus baterías, que se distinguen por llevar estrellas de siete puntas, el poliedro más difícil de construir e imperfecto, en alusión al alma de los humanos.
‘Lateralus’, para la crítica, es uno de los puntos más altos de Tool. No sería simple hipérbole alegar que ‘Lateralus’ es un punto destacado en la historia del rock. Es un álbum temático que se basa en la proporción áurea (presente en el diseño de la naturaleza como en los caracoles, la estructura facial humana, incluso las galaxias) y la serie de Fibonacci (sí, la misma del Código Da Vinci).
La canción que da nombre al disco, Lateralus, juega con la serie de Fibonacci, que toma los números 0 y 1, al sumarlos entre sí se agrega el resultado y se vuelven a sumar progresivamente: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8,13,21… En esta canción, el cantante, Maynard James Keenan, inicia el primer verso con una sílaba y utiliza el código así: (1) Black/ (1) then/ (2) white are/ (3) all I see/ (5) in my infancy/ (8) red and yellow then came to be.
Para que esto funcione, Tool tiene en la polirritmia a su mayor aliada. La música popular occidental tiende a compases de 4/4 o 3/4, pero Tool en una canción, como en el caso de Schism, con la que ganó su primer Grammy, puede hacer arreglos de 13/8, 14/8, 7/4 y 5/4, en una sección de lo más parecido a un coro. Eso los hace únicos, no una bandita de 4/4 con escala pentatónica de La.
El cuarto disco de Tool es ‘10,000 Days’ (2006), que se refiere al tiempo que tarda Saturno en completar su ciclo solar, es decir, 27 años o 10 000 días terrestres. Finalmente, el disco que salió publicado el viernes, Fear Inoculum, está basado en el número 7. Y faltarán años para desentrañar los secretos de una banda que a pesar de ser considerada como metal alternativo, o cualquier membrete advenedizo, es un grupo en la que suman innovación musical y argumentos narrativos, tanto de arte visual como de misticismo. Es decir, Tool es el rock total.