Al escuchar la expresión “divide y vencerás”, o “divide y conquistaras”, nos llegan a la mente de manera ipso facto, las tácticas que nos remontan en el tiempo hasta el emperador romano, Julio César, que utilizaba la esencia de esta expresión para consumar su dominio sobre el gran imperio romano. Así como, también, nos ilumina la genialidad atribuida a Nicolás Maquiavelo, en su libro: “El Príncipe”, en el que su autor dibuja toda una gama de sugerencias para mantener el control absoluto del poder sobre el Estado.
Según Maquiavelo, los príncipes deben gobernar según las circunstancias que les permitan conservar exitosamente a sus gobiernos en su poder. Y, presenta como principal característica el método de dejar de lado sistemáticamente, con respecto a las estrategias políticas, las cuestiones relativas a la moral y la religión, alegando que sólo interesa conservar el poder.
De hecho, para Maquiavelo, la conservación del Estado, obliga a obrar –cuando es necesario– contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión. Para lo cual, se requiere dejar de idealizar gobiernos utópicos e inexistentes, para inclinarse en cambio, por los hombres reales y los pueblos reales, examinando sus comportamientos y aceptando que el ejercicio real de la política contradice con frecuencia la moral y no puede guiarse por ella.
Este tratado de doctrina política, cuya reflexión es de referencia obligada de todo gobernante, es un análisis lleno de sentido común y pragmatismo que enseña la forma de adquirir, proteger y mantener un gobierno, donde su autor muestra a los gobernantes “el arte de conquistar el poder” y donde la ética, y la moral, han de estar exenta de toda norma.
De ahí la expresión “divide y vencerás” o “divide y conquistarás” que como táctica política o de guerra está considerada como la más acreditada clave para alcanzar el éxito, convirtiéndose en una herramienta que ha estado presente de alguna manera en los momentos más importantes de la historia.
En la cultura universal, la frase “divide y vencerás” hace referencia a un refrán que implica resolver un problema difícil, dividiéndolo en partes más simples tantas veces como sea necesario hasta que la resolución de las partes se torne obvia. La solución principal se construye con las soluciones encontradas en cada una de las partes en las que se subdividió el conjunto o cuerpo.
En las ciencias, el término “divide y vencerás” reseña uno de los más importantes paradigmas de diseño algorítmico, basado en la resolución recursiva de un problema fragmentándolo en dos o más sub-problemas de igual tipo o similitud. Este proceso continúa hasta que éstos llegan a ser lo suficientemente sencillos como para que se resuelvan directamente de manera implícita. Al final, las soluciones a cada uno de los sub-problemas se combinan para dar una solución al problema original.
En la actividad política, “divide y vencerás” es ganar y mantener el poder mediante las rupturas en piezas de las concentraciones más grandes que te adversan, que tienen en consecuencia, individualmente menos energía para competir. Este concepto, atribuido también, a: “El Arte de la Guerra”, se refiere a una estrategia que rompe las estructuras de poder existentes y evita la vinculación de los grupos más pequeños. La cual podría ser utilizada en todos los ámbitos en los que para obtener un mejor resultado, es en primer lugar necesario o ventajoso, romper o dividir lo que se opone a la solución de un determinado problema inicial.
La característica típica de esta técnica consiste en crear o alimentar disputas y controversias entre las facciones opositoras a nuestro interés primario (El Poder). Por consiguiente, al proceder de esta manera, contribuimos al debilitamiento y posterior deterioro de las relaciones primarias entre nuestros adversarios, haciendo imposible o dificultando una alianza entre sí, que de llegarse a concretar pondría en riesgo el orden establecido.
En esencia, los elementos de esta táctica son simples: Por un lado, se fomenta la división entre las entidades enemigas para evitar su unión, debido a que esa unidad fortalecería su posición frente a lo que se pretende defender. Y, por otro lado, se recompensa a las entidades o elementos que cooperen con el dispositivo divisorio. Para lograrlo se buscan maneras de exacerbar las diferencias entre los líderes primarios de las facciones, de tal modo que se genere un conflicto que procure evitar acuerdos que puedan convertirse en amenazas.
“Divide y vencerás” es una máxima política que sugiere que la mejor manera de obtener el poder es sembrando la intriga entre las partes de un cuerpo, entidad social o política, que permita su separación.
En nuestro país, primero, Joaquín Balaguer, y luego, el PLD, aprendieron y han utilizado la correcta aplicación de este principio universal, para hacer posible la consolidación hegemónica de una clase pensante que ha interpretado al hilo los fundamentos básicos de esa estrategia de lucha democrática, que ha servido a los propósitos de desarrollo sostenido, social, económico y político de la nación, convidándonos a una reflexión casi exacta de que en política todo se vale.