El día que la música murió
El día que la música murió
Se estrelló en silencio. Al colisionar contra el suelo, la Beechcraft Bonanza B35 no hizo ni un solo ruido. Porque aquella avioneta siniestrada apagaba la voz de tres de tres jóvenes estrellas del rock. Buddy Holly, Ritchie Valens y JP ‘The Big Bopper’ Richardson hallaron su tumba prematura en una tragedia que conmocionó a EEUU.
Hace más de 50 años que fue el accidente, conocido popularmente como ‘el día que murió la música’. Así lo denominó Don McLean en su célebre canción ‘American Pie’, cuya letra se inspira en el suceso, un cúmulo de infortunios envuelto todavía hoy en un halo de enigmas y sospechas.
Buddy Holly había roto con su banda, The Crickets, y su necesidad de dinero era apremiante. Junto a otras jóvenes figuras organizó una ajetreada serie de conciertos que había de llevarle por 24 ciudades del medio oeste americano en sólo tres semanas. El tour se prometía extenuante, pero aún había cabida para intercalar una repentina actuación en el Surf Ballroom de Clear Lake, Iowa, la noche del 2 de febrero.
La planificación de la gira había sido desastrosa, improvisando un calendario de fechas y ciudades que obligaba a recorrer un sinfín de kilómetros inútiles. Y para colmo, se había averiado la calefacción del autobús en que solían desplazarse los músicos. En pleno invierno. Frustrado por las adversidades logísticas y por su falta de calzoncillos limpios (la lavandería de Clear Lake estaba cerrada), Holly resolvió fletar una avioneta para volar esa misma madrugada al siguiente destino: Moorhead, Minnesota. Aquella decisión se demostraría fatídica.
Desgracia en cadena
Holly y su ‘troupe’ contrataron a un piloto joven e inexperto llamado Roger Peterson. Su avioneta tenía cabida para tres pasajeros, que debían pagar una tarifa de 36 dólares. En un principio, Holly iba a ser acompañado por los dos miembros de su banda, Tommy Allsup y Waylon Jennings. Sin embargo, Ritchie Valens nunca había volado en avioneta y le pidió a Allsup que le cediera su sitio. Valens, un chicano de 17 años famoso por su versión de ‘La Bamba’, ganó su asiento en un asalto de cara o cruz.
‘The Big Bopper’, de 28 años, arrastraba síntomas de gripe y solicitó ocupar el asiento de Jennings. Cuando Buddy Holly se enteró de que este último se quedaba en tierra, le espetó que ojalá su autobús se congelase. “Y ojalá tu avión se estrelle”, fue la réplica de Jennings, una broma profética que desde entonces ha llenado sus sueños de fantasmas.
Finalizado el concierto, la avioneta despegó de Clear Lake en torno a la una de la madrugada. Dos horas y media más tarde se informó de la desaparición de la aeronave. A primera hora de la mañana siguiente se encontraron en un campo de maíz los restos del avión. Los tres músicos murieron instantáneamente y salieron despedidos por el aire, mientras que en la cabina se halló el cadáver del piloto, cuya escasa pericia volando con mal tiempo se apuntó como causa del siniestro. Aquí termina la historia… y empieza lo interesante.
Una pistola desató los rumores
El cuerpo de ‘The Big Bopper’ fue extrañamente hallado a varios metros de distancia. ¿Acaso intentó pedir ayuda antes de caer fulminado sobre la nieve? Además, dos meses después se encontró cerca del lugar del accidente un revólver calibre 22 que pertenecía a Buddy Holly. Enseguida se desataron las conjeturas: ¿pudo una pelea con disparos de por medio haber provocado la caída? En 2007, el esqueleto de ‘The Big Bopper’ fue exhumado para buscar restos de pólvora en sus huesos, pero las conclusiones del forense confirmaron la hipótesis inicial del accidente.
Era el abrupto final de una era, de la primera oleada de espíritu rock. Y por ello, la historia del ‘día que murió la música’ continúa siendo objeto de debate y controversia. Quizá sea morbo, o quizá el trauma por cuatro muertes a edades tan tempranas. Buddy Holly contaba apenas 22 años, aunque había grabado suficiente material para influir en generaciones futuras, lideradas por los Beatles o los Rolling Stones. Tanto él como Valens y ‘Bopper’ se convirtieron en leyendas a raíz de su dramático fallecimiento. Eran los tristes protagonistas de un estallido que sólo arrojó silencio.
Por Fran Casillas | Madrid